Datos personales

Mi foto
"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 11 de septiembre de 2011

Días buenos y días malos

No sé si a ti también te ocurre: hay días en los que me siento feliz, el ser más feliz del universo, capaz de conquistar cielo y tierra... Y hay otros días en los que mi propio cielo adquiere un aspecto plomizo; me envuelve una tristeza insoportable, un malhumor inexplicable, un silencio extraño que me ocupa y que, sin pretenderlo, impongo a mi alrededor... Hoy es uno de esos días: cuesta vivir; la música pierde su atractivo;  la palabra suena hueca; huyo de todo aquello que pueda ponerme en contacto con nadie y me encierro en un silencio aislante pero protector; casi todo ha perdido su sentido mientras las horas pasan lentamente como si su intención fuera prolongar la agonía que vivo...

No sé si la explicación será química, o se deberá a cambios atmosféricos, o quizás a ese ritmo que habita nuestro ser y  que como reloj suizo va marcando tantos vaivenes como a los que la naturaleza nos somete porque, motivo aparente, no existe...Pero me dan miedo estos días; siempre me pillan desprevenida; son inesperados y parece como que amenazaran con instalarse para siempre...


Con los años, sin embargo, he aprendido a aceptarlos; más bien diría a soportarlos... Y lo hago sostenida por una sencilla plegaria: que tras la tempestad vuelva la calma; que gradualmente todo vuelva a ser como era; que los colores recuperen su alegría; que pueda volver a disfrutar de una canción, a buscar el contacto de aquellos a los que quiero, a olvidar rápidamente todo lo sufrido...
En el fondo solo pido, humildemente, que se me devuelva la capacidad de reconocer lo que tantas veces nos pasa inadvertido: el regalo tan grande que es vivir.

Y poco a poco, el cielo parece oírme- "ahí arriba" siempre escuchan- porque, de nuevo sin motivo aparente, mi existencia vuelve a tornarse amable y todo vuelve a ser conocido, familiar...

¿Cómo podrá la vida someternos a cambios tan bruscos? ¿No se dará cuenta de que somos seres vulnerables, frágiles y desmemoriados; que nos da miedo la oscuridad; que sentimos pánico si perdemos la alegría? ¿Será que desea someternos al ejercicio constante que nos lleve al agradecimiento que habitualmente no practicamos? ¿Será que todo tiene un precio y que el de los días buenos hemos de pagarlo con aquellos en que no vemos la luz?

Herman Hesse nos dejó su respuesta en su libro de El Caminante:
"Sé que el mundo es hermoso, que a veces es infinitamente más hermoso para mí que para nadie...Y sé que debo pagarlo con los días en que la vida es insoportable...Lo que jamás deseo, ni siquiera en los momentos peores, es un estado intermedio entre lo bueno y lo malo, un término medio soportable, por así decirlo. No, prefiero una exageración de las curvas; prefiero un tormento todavía peor, y, a cambio, ¡un poco más de brillo para los momentos bienaventurados!"
Que así sea.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


No hay comentarios:

Publicar un comentario