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domingo, 12 de febrero de 2012

Las estrellas

"Simba, te voy a contar algo que me dijo mi padre: Mira a las estrellas...Los grandes reyes del pasado nos observan desde las estrellas... ¿De veras? Sí... Así que cuando te sientas solo, recuerda que esos Reyes siempre estarán ahí para guiarte y yo también..."  (El Rey León)

Es la voz de la naturaleza; es el diálogo contemplativo entre padre e hijo que volví a recordar con el musical "El Rey León".

Nos habla de la importancia de las estrellas, de la necesidad de mirarlas para elevar nuestra vista por encima de lo cotidiano y recibir la luz, la confianza, la paz.

Ellas forman parte de nuestra historia colectiva e individual, desde el principio del mundo nos acompañan: el Salmo 136, nos cuenta como Dios hizo “la luna y las estrellas para que presidan la noche”; más adelante, Dios le dirá a Abraham: ‘Mira arriba, a los cielos, y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Así llegará a ser tu descendencia’ (Génesis 15:5.) Y después, hubo una estrella, la de Belén, que guió a los Reyes ante el portal de un Niño que cambió la humanidad. Y esos Reyes que le honraron, mi  hija me enseñó que también hoy residen en una estrella...


En mi historia personal también han estado presentes. Recuerdo que siendo pequeña me enviaron a Inglaterra junto a mi hermana para aprender inglés. A la dos nos costaba estar fuera de casa pero especialmente mi hermana no lo podía soportar. Vivíamos cada una en una casa pero por las noches nos juntábamos y salíamos a dar un paseo; subiendo una colina, buscábamos esa soledad que nos permitiera desahogarnos en nuestra lengua. Mi hermana lloraba casi siempre porque deseaba volver a casa. Una de esas noches, prácticamente ya sin argumentos para consolarla, le dije: "mira al cielo- ¿ves la cantidad de estrellas que hay? Pues este mismo cielo que hoy nos cubre lo están viendo todos a los que tanto echamos de menos". Y me confortó pensar que lo que le decía era cierto; que a pesar de la distancia, mis padres podían ver en esos momentos lo mismo que nosotras estábamos contemplando. De alguna manera, me sentí protegida, habitando bajo la misma tienda, con la certeza de que ellos estaban ahí.

Cuando era joven, el mismo cielo nos cubría a todos; ahora, con el paso de los años, alguno de los que quiero están en el cielo, no han renunciado a ser parte de ese cosmos que nos hace estar en comunión permanente. Y quizás residan en una estrella, velando siempre por nosotros, recordándonos quienes somos. Éste pensamiento, a pesar de que uno ha crecido, sigue siendo inmensamente consolador.

La vida pasa pero las estrellas siguen ahí, testigos excepcionales de la historia de la humanidad y de nuestra propia historia. Y nos piden que elevemos nuestra mirada para recordar de dónde venimos, apreciar lo que tenemos y saber a dónde vamos.

Tagore expresó con inmensa belleza la importancia de las estrellas: 

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana 






4 comentarios:

  1. Precioso tu comentario. Yo tambien cuando he vivido alejada de los que quería miraba las estrellas.
    De niña, las noche de verano, paseábamos y nos quedábamos en silencio contemplando las estrellas mis hermanos y yo. Era un placer compartido y misterioso, que no tenía tradución en nuestra conversación, era una experiencia, una admiración, que a mí me hacía, sin palabras, saborear la grandeza de Dios,en esa parte de Universo que se ofrecía a mis ojos.
    Mas tarde, he ido comprendiendo que nuestra existencia, de alguna manera, está vinculada a ese Universo, del que me siento parte y por ello doy gracias al Dios de la Vida.
    Gracias.

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  2. Estimada Ana:
    Y como dije el domingo anterior... "y si por ser ciego no puedes ver las estrellas, escucha a tu alrededor, hay muchas voces que son estrellas".
    Ayer estuviste muy presente en mi domingo, seres a los que queremos te nombraron y leímos tus reflexiones y vivencias en forma de libro en papel.
    No te olvido, no te olvides.
    Yo también proyecto mi libro para cumplir un sueño que me haga sentir vivo.
    Que estéis bien.
    Besos cariñosos y feliz semana.

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  3. El blog de hoy me recuerda de una canción de los años sesenta que tenía el siguiente estribillo:
    “Somos polvo de estrellas, somos dorados y tenemos que volver al jardín.”
    Por aquel entonces pensaba que estas palabras eran muy bonitas pero que eran el fruto de un pensamiento ‘hippy’ muy típico de la época, sin ninguna correspondencia con la realidad, pero no es así. Resulta que la física moderna ha confirmado su veracidad literal. ¡Qué sorpresa al descubrir que el origen de todos los elementos del universo, salvo el hidrógeno y el helio, es el proceso de una fusión nuclear que ocurre en las estrellas! Cuando una estrella explota, convirtiéndose en una supernova, todos los elementos generados en su horno nuclear se dispersan por el espacio. En el fondo, las estrellas son fábricas de elementos, incluso los elementos que forman nuestro cuerpo. Por lo tanto, somos de verdad polvo de estrellas. A mí me resulta confortante pensar que hay un parentesco tan fundamental entre las estrellas más lejanas y mi propio cuerpo. Ahora me resultan menos frías y amenazantes las distancias infinitas del espacio que tanto espantaron a Pascal. Reflexionar sobre este hecho científico curioso nos puede permite volver al jardín de nuestro estado original de inocencia y armonía, en el sentido de volver a ver el universo, no como un sitio hostil, inhumano o, cuando menos, indiferente, sino como nuestro hogar.

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  4. Mirar las estrellas tiene algo de misterioso y ancestral, ¿verdad? Yo también, como todos, supongo, me he tumbado a mirar el cielo y a preguntarme por esa atracción irresistible que nos eleva la vista hacia lo oscuro, hacia el más allá. Recuerdo conversaciones interminables con mi padre en el horno de las noches de verano en Sevilla, cuando pasábamos horas y horas mirando el cielo ante la imposibilidad de dormir. Y siempre acabábamos preguntándonos cuántas generaciones, cuántos millones de ojos antes que los nuestros habían cumplido con esa especie de rito. Es en ese moento cuando te sientes conectada con la cadena interminable de tu especie, cuando te sientes pequeña, diminuta, y al mismo tiempo, grande, como transcendiendo espacio y tiempo, para formar parte de la arquitectura de Dios. Un beso

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