Este domingo es especial. Es el primer domingo de Cuaresma. Y, aunque la entrada de hoy sea un poco larga, me encanta invitarte a leer algunos párrafos extraídos de una carta bellísima escrita por el Papa para animarnos a vivir este periodo que nos conduce a la Pascua. Su mensaje se apoya en un versículo de la carta a los Hebreos y dice así:
«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)
para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)
Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una
enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana:
la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
1. “Fijémonos”: la
responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego
usado es katanoein, que significa observar bien, estar
atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad… Invita a fijar la
mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros,
a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno
de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos
«guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos
relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del
otro y a todo su bien. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la
justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de
nuestro corazón.
2. “Los unos en los otros”:
el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad
que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en
perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la
libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida.
En la comunidad cristiana no debe ser así. Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social
En la comunidad cristiana no debe ser así. Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social
3. “Para estímulo de la caridad
y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a
un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta
llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso
en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para
descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Queridos hermanos y
hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado
de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de
2001], n. 31).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado
de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a
competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10).
Vaticano, 3 de noviembre de 2011 BENEDICTUS PP. XVI
Así nos invita el Papa a vivir estos cuarenta días- que ojalá fueran
la vida entera-: juntos, pendientes unos de los otros, recorriendo de la mano
el camino hacia la santidad.
Te quiero mucho. Hasta el domingo
Ana
P.D: Te pongo el link donde puedes
encontrar el texto completo:
Ayer escuchando a García Monje me alegraba oír que la identidad personal siempre implica un otro. Lo más constitutivo de la persona es la libertad y la capacidad de amar...
ResponderEliminarSomos seres relacionales, nuestra identidad siempre implica un otro, sin el otro no sé quién soy...
¿Qué hago con mi libertad? ¿Qué hago con mi capacidad de amar?
El mensaje del Papa nos da la mejor respuesta para vivir y "gastar" nuestras capacidades más nobles.
Dice S.Agustín "vuelve a tu corazón para saber quién eres".
Este cuidado del otro, abre nuestra vida mucho más allá de nuestros límites, nos recrea, nos constituye.
Gracias por tu reflexión que siempre cuestiona mi vida.
Buenas preguntas las de Mª Jesús: ¿Qué hago con mi libertad? ¿Qué hago con mi capacidad de amar? Porque tal vez en la respuesta a esas preguntas está el núclo de la identidad cristiana: vivir para los demás, vivir con los demás, sin que ninguna de sus necesidades nos pase inadvertida. Me viene a la memoria una escena de una película, creo que era "¿Bailamos?", donde Susan Srandon expresa un bellísmo concepto del amor, matrimonial en su caso, pero creo que extensible a cualquier clase de amor. Decía algo así como "Amar es compartir, es cuidar, pero también es decir que tu vida no pasará inadvertida, porque yo estaré para dar testimonio de que viviste, de que estuviste aquí". Muchas veces, cuando hablamos de procuparnos por los demás, de ese "ser guardianes" que propone el Papa, es también, y ahora más que nunca, prestar atención, prestar nuestra voz, dar testimonio de que los demás existen, transitan a nuestro lado a lo largo de la vida y no dejar que su silencio pase inadvertido. Poner mi capacidad de amar al servicio del otro para que su existencia no pase desapercibida.
ResponderEliminarUn beso.