Datos personales

Mi foto
"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 25 de septiembre de 2011

Luchar



Me llamaste anoche y estuvimos hablando largo y tendido... Me contabas que estabas triste, que ya no podías más, que todo era una lucha...
Tú hablabas y yo escuchaba... Tú me ibas mostrando las heridas y yo acogía tu dolor... Con afecto, mientras tú hablabas, yo iba recogiendo los cascos rotos de una vida perturbada por la incomprensión...
Luego, te contestaba diciendo algo tan simple como que "la vida es así", que está hecha de encuentros y desencuentros, que no hay nada anormal en lo que sientes, que a todos nos toca pasar por casi lo mismo, pero que tenemos la gran suerte de poder luchar...
Tu escuchabas y llorabas...Seguías acogiendo y te serenabas...Te vaciabas para poder llenarte...
Fuimos, poco a poco, desdramatizando. Acabamos riendo, ¡riéndonos hasta de nosotras mismas!- la verdad es que el sentido del humor es uno de los mejores apósitos para las heridas-. Quedamos en encontrarnos para seguir buscando juntas.

Contar con los otros, expresar, sentirse escuchado, compartir... Ser honesto con uno mismo hasta romperse... Buscar ese pegamento del amor y la comprensión que nos devuelva nuestra forma...Descubrir así que nada humano nos es ajeno, que la solución siempre existe, que lo importante es luchar y que en la lucha, nunca estamos solos- Alguien mucho más grande que nosotros nos cuida siempre-... Desdramatizar, intentar ser ecuánime y esperar a que la vida se serene- porque ella siempre lo hace-.

Me fui a la cama con tu dolor y me desperté en mitad de la noche con el recuerdo de un poema de Bertol Brecht que te regalé entre sueños:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos...
Hay hombres que luchan un año y son mejores...
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos...
Pero hay quienes luchan toda su vida... 
Esos....Esos son los imprescindibles"  B. Brecht


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana








domingo, 18 de septiembre de 2011

El perro es mi amigo

Hoy quiero contarte un suceso real vivido por una amiga mía. Ella me lo relataba con humildad, con conmovedor sobrecogimiento...
Paseaba una tarde con otra amiga cuando se encontró a un mendigo que les pidió le dieran algo para comer; llevaba días sin nada que echarse a la boca y estaba pasando hambre.
Ellas, con esa compasión que distingue a las buenas personas, invitaron al mendigo a que entrara en un bar y pidiera lo que quisiera. Ellas lo pagaban.
El mendigo, cuando fue a pedir, les dijo que también quería algo para su perro...Y mi amiga, que nunca ha tenido perro, reaccionó con sorpresa ante la petición: "¿Para tu perro...? Queremos que comas tu..."
"Lo siento señora- contestó el mendigo-. Si el perro no come, yo tampoco. El perro es mi amigo, ¿sabe?"


Mi amiga, rapidamente reaccionó e hizo lo que el mendigo le solicitaba. Mendigo y perro comieron por primera vez quizá en muchos días.

Y mientras ambos comían sucedió "el milagro": sin que mediaran más palabras, mi amiga y la suya contemplaron cómo la compasión bien entendida acoge al hombre entero con sus circunstancias; entendieron que, al ayudar, quizá no solo tengamos que satisfacer necesidades materiales, sino también intentar atender aquello que no se ve. ¡Que complejo es el ser humano y cuanta generosidad solicita la necesidad!

¡Cuantas horas habrá pasado este mendigo en soledad con su perro! ¡Cuantas cosas le habrá contado! ¡Cuantas esperanzas habrá compartido...!
Y el perro del mendigo...cuantas noches de frío habrá soportado por estar junto a su amo del que no espera una casa confortable ni un plato lleno de comida sino el calor de quien le necesita en las frías noches de Madrid y lo acaricia cuando está dormido.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 11 de septiembre de 2011

Días buenos y días malos

No sé si a ti también te ocurre: hay días en los que me siento feliz, el ser más feliz del universo, capaz de conquistar cielo y tierra... Y hay otros días en los que mi propio cielo adquiere un aspecto plomizo; me envuelve una tristeza insoportable, un malhumor inexplicable, un silencio extraño que me ocupa y que, sin pretenderlo, impongo a mi alrededor... Hoy es uno de esos días: cuesta vivir; la música pierde su atractivo;  la palabra suena hueca; huyo de todo aquello que pueda ponerme en contacto con nadie y me encierro en un silencio aislante pero protector; casi todo ha perdido su sentido mientras las horas pasan lentamente como si su intención fuera prolongar la agonía que vivo...

No sé si la explicación será química, o se deberá a cambios atmosféricos, o quizás a ese ritmo que habita nuestro ser y  que como reloj suizo va marcando tantos vaivenes como a los que la naturaleza nos somete porque, motivo aparente, no existe...Pero me dan miedo estos días; siempre me pillan desprevenida; son inesperados y parece como que amenazaran con instalarse para siempre...


Con los años, sin embargo, he aprendido a aceptarlos; más bien diría a soportarlos... Y lo hago sostenida por una sencilla plegaria: que tras la tempestad vuelva la calma; que gradualmente todo vuelva a ser como era; que los colores recuperen su alegría; que pueda volver a disfrutar de una canción, a buscar el contacto de aquellos a los que quiero, a olvidar rápidamente todo lo sufrido...
En el fondo solo pido, humildemente, que se me devuelva la capacidad de reconocer lo que tantas veces nos pasa inadvertido: el regalo tan grande que es vivir.

Y poco a poco, el cielo parece oírme- "ahí arriba" siempre escuchan- porque, de nuevo sin motivo aparente, mi existencia vuelve a tornarse amable y todo vuelve a ser conocido, familiar...

¿Cómo podrá la vida someternos a cambios tan bruscos? ¿No se dará cuenta de que somos seres vulnerables, frágiles y desmemoriados; que nos da miedo la oscuridad; que sentimos pánico si perdemos la alegría? ¿Será que desea someternos al ejercicio constante que nos lleve al agradecimiento que habitualmente no practicamos? ¿Será que todo tiene un precio y que el de los días buenos hemos de pagarlo con aquellos en que no vemos la luz?

Herman Hesse nos dejó su respuesta en su libro de El Caminante:
"Sé que el mundo es hermoso, que a veces es infinitamente más hermoso para mí que para nadie...Y sé que debo pagarlo con los días en que la vida es insoportable...Lo que jamás deseo, ni siquiera en los momentos peores, es un estado intermedio entre lo bueno y lo malo, un término medio soportable, por así decirlo. No, prefiero una exageración de las curvas; prefiero un tormento todavía peor, y, a cambio, ¡un poco más de brillo para los momentos bienaventurados!"
Que así sea.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 4 de septiembre de 2011

"Las cosas del querer"



Voy a contarte un hecho del que no hace mucho tiempo fui testigo: dos amigas ya mayores, que han compartido mucha vida juntas, disfrutaban casa, comida y buenos momentos con un grupo de personas entre las que me encontraba.
Uno de los días, una de ellas marchó a pasar la jornada con unos familiares que habían llegado de lejos para verla...  Antes, las dos se despidieron por la mañana, deseándose lo mejor para el día y acordando encontrarse de nuevo por la tarde...
Cuando cayó el día, acompañé a la que se había quedado en casa al reencuentro con la otra percibiendo, en el camino, cierta prisa en ella por llegar al lugar acordado.
Íbamos en autobús cuando, a esa distancia en que los ojos vislumbran pero aún no ven, me dijo con alegría: "Ahí está, mírala..." Y yo no miré a la otra, era prácticamente imposible verla, pero me quedé prendada de la mirada de esa a quien yo acompañaba: sus ojos, sin apenas ver, se iban llenando de luz al intuir la presencia del otro; sus piernas, que hasta ese momento habían estado torpes y pesadas, se volvieron ágiles para acortar distancias; su corazón, cansado tras haber trabajado toda una vida, se esforzó en regalar una agilidad e independencia que abreviaran el tiempo hasta el reencuentro...

Fue cuando pensé en la fuerza que posee el amor; cómo se nos concede sin pedirla; de que milagrosa manera se nos da por añadidura; qué tiernamente nos protege, nos conforta, nos pone alas y nos obsequia con el maravilloso mensaje de que todo está bien...
¡Qué bonito es descubrir que, al querer y dar la vida por otros, somos bendecidos por la Gracia que nos devuelve el ciento por uno!

Ellas se encontraron y no sucedió nada "extraordinario", sólo que volvió esa seguridad que únicamente el amor concede... Se agarraron del brazo como diciendo: "ahora sí: ¡adelante con la vida cotidiana!"
Marcharon delante de mí...Y las oí lamentarse de lo poco que ven, o de que no podían andar deprisa...pero lo hacían con esa sonrisa que el alma esboza cuando podemos estar junto a quien nos quiere...

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana