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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Navidad





Todos los años, el mes de Diciembre nos ofrece un rato para, entre unos y otros, poner el Belén. Y es una tradición que nos acompaña desde que somos pequeños. No sé si te acuerdas pero, de niños, siempre llegaba ese día en que, con ilusión, sacábamos del trastero las cosas de Navidad y poco a poco íbamos recreando el nacimiento, para nosotros, más hermoso del mundo...
Después, jugábamos con él: adelantábamos cada día un poco a los Reyes, movíamos las ovejas hacia el río, encendíamos y apagábamos las luces del pueblo de Belén, jugábamos con los pastores y el ángel Gabriel siempre se acababa cayendo del techo de aquel humilde pesebre...Y también, cada año, a San José se le rompía una pierna o perdía su bastón; el niño Jesús, de tanto tocarlo...acababa sin cabeza... Y es que, éramos muchos y cada uno tenía su modo de acercarse al portal...

Pasados los años, pedí a mi madre las figuras de ese Belén que habían sobrevivido y que forman parte de mi vida y de la de mis hermanos. Ella las sacó de ese armario en donde se guarda lo más preciado de nuestra historia y se esmeró, una vez más, en repararlas. Me entregó a San José con  ambas piernas y con bastón; el niño Jesús, en brazos de su madre, me lo dio con una especie de bufanda hecha de pegamento de tantos años... No hay ni mula ni buey - solo Dios sabe donde andarán - pero hay calor de haber sido unas figuras cuidadas a través de casi cincuenta años...

Hoy es Navidad y, en la foto que encabeza esta página, te regalo mi Belén... Nos muestra a un Niño que se nos ha dado...Quiero acercarme contigo y contemplar tanto misterio. Tócalo, juega con él, coge al Niño en tus manos- él está acostumbrado al calor de tantos durante tantos años y te necesita...
Como ves, este año, ante el portal, hay un ángel despistado que intenta encontrar su partitura para poder cantar, a otro se le ha ocurrido traer su corazón, y el pajarillo de la derecha porta en su pico amor...
Qué lugar tan hermoso el portal de Belén: porque se nos permite llegar con lo que somos, "con lo puesto", como somos; porque, ante este Niño que nos ha nacido, no se nos pide nada, sólo se nos da...

¡Feliz Navidad!

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana




domingo, 18 de diciembre de 2011

Lleva luz




Tengo una amiga filipina que se llama Lucía. Es profundamente creyente, inquieta por la educación, por la cultura, por los jóvenes y por los pobres. Su deseo más profundo es entregar la vida a los demás y agradecer, siempre agradecer...Ella es cotidianamente feliz.

Ha estado pasando con nosotros unos días- su estancia ha sido uno de esos regalos de Navidad con los que la vida nos sorprende- y en esas tertulias nocturnas, recogidos los cuatro en el sofá, hemos estado hablando de lo humano y también de lo divino... ¿Que tendrá la noche que invita a abrir el alma a los amigos?

Y ha sido entonces cuando la he preguntado de donde le venía esa especial vocación hacia los más pobres de la tierra y ella nos ha contado una historia hermosa que me gustaba compartir contigo: tendría Lucía unos diez años cuando observó las diferencias sociales tan enormes que en un país como el suyo existen: junto a pobres solemnes que viven en casas hechas de cartón veía también a ricos que no saben que hacer con tanto como poseen.

Sus ojos no entendían lo que cotidianamente observaban; su cabeza no encontraba razones que justificaran tanta desigualdad y, como nos contaba, su corazón la llevo a correr inquieta a preguntar a "su mamá"...Hay momentos en la vida en los que las preguntas más importantes solo pueden ser contestadas por las mamás y los papás...
"Mamá... ¿por qué habiendo gente rica, hay tantos pobres...?"
Y como cuenta ella, su madre, con esa sabiduría que solo procede del amor,  no le dio una explicación - probablemente no existan tantas explicaciones a mucho de lo que vivimos- pero sí le ofreció una solución. Solo le dijo: "los pobres te están esperando..." Y desde entonces, Lucía no ha dejado de servirlos.
Fue "su mamá", como dice ella, quien sabiamente supo plantar la semilla... Y fue mi amiga quien no la agostó sino que la hizo crecer.

Estoy orgullosa de mi amiga: hace honor a su nombre: "lleva luz"... Y así nos dejó cuando marchó: con nuestros corazones un poco más encendidos, con la sonrisa en los labios y con la certeza de que hay personas en este mundo que, con las obras, dan testimonio de los que son. Gracias Lucía.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuando rezamos


                  «Salomón recibiendo la inspiración divina» , Museo del Prado


Me gustaba hacerme contigo una pregunta: ¿qué pedimos cuando rezamos? Cuando hablamos con Dios y nos atrevemos a pedirle, ¿le suplicamos por cosas que son esenciales o nuestra oración va a encaminada a que se nos conceda algo que quizás a Sus ojos pudiera ser irrelevante? Te pongo algún ejemplo: cuando rezamos por nuestros hijos, ¿le pedimos a Dios no solo porque aprueben tal examen o porque les vaya bien en la vida ó también porque Él crezca en ellos y ellos le busquen a Él?; cuando le pedimos por nosotros, ¿le decimos que queremos ganar más o tener más prestigio o le pedimos que nos dé aquello que crea que mas necesitamos? En otras palabras, ¿somos consecuentes con nuestros deseos más nobles?

A propósito de esto, permíteme que te regale un pasaje hermosísimo del libro de las Crónicas que nos cuenta lo que el rey Salomón pidió a Dios:

El Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: "Pídeme lo que quieras".
Salomón respondió: "Tú has tratado a tu servidor David, mi padre, con gran fidelidad, porque él caminó en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón; tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono.
Y ahora, Señor, Dios mío, me has hecho reinar a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.
Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.
Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?"
Al Señor le agradó que Salomón le hiciera esta petición, y Dios le dijo: "Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.
Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú entre los reyes, durante toda tu vida.
Y si vas por mis caminos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, también te daré larga vida". 
2 Crónicas 3,5-14

Me gustaría ser como el sabio rey Salomón: hablar con Dios y hablar de amor, pedir por lo más noble de la vida, convencida de que lo demás se nos dará por añadidura.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



Cuando crecen los hijos

El regreso del hijo pródigo (Rembrandt)

Del Evangelio, siempre me ha gustado la parábola del hijo pródigo y, la conversación contigo el otro día, me invitó a pensar de nuevo en ella...

Así lo hablábamos: no es fácil ver que los hijos, al crecer, hacen opciones de vida que nosotros nunca hubiéramos esperado, que ni siquiera entendemos, que en el fondo creemos que no son las mejores- por lo menos para nosotros-...Ellos se hacen mayores y se comportan como aquel que fue pródigo: nos abandonan buscando nuevas aventuras, ensayan modos de vivir que a nosotros no nos caben en la cabeza, rompen nuestros esquemas y nos percibimos, como padres que siempre hemos estado ahí, fracasados, desconcertados, derrotados...

Así te sentías cuando conversábamos mientras yo te pedía que no te empeñaras en entender sino que, como el padre bueno de nuestra parábola, te apostaras a la puerta de vuestra casa para soñar con su regreso...Y te lo decía con la fuerza que me da la convicción de que, mientras esperamos, permitimos que los hijos hagan su proceso, asimilen su ser y estar en este mundo que les toca vivir- por cierto, muy diferente al nuestro-, se reconcilien con ellos mismos... y entonces decidan volver...

Y cuando lo hagan,  nosotros, que seguiremos sin entender nada, nos conmoveremos al verlos venir de lejos...Entonces sobrarán los discursos o el intento de razonar lo que ellos han vivido, porque solo es  momento de hacer fiesta en el corazón, de acoger, de abrazar, de dar calor y abrigo; porque aquellos que más queremos y por los que hemos dado siempre la vida, han decidido volver; y volver a ese regazo en el que, de alguna manera, saben que nunca serán juzgados sino tratados con la ternura inmensa de aquellos que tuvieron también su tiempo para vivir como quisieron, para ser protagonistas de su propia historia, para ser también incomprendidos, para sentirse pródigos...

Hoy nos toca ser padres y madres misericordiosos; no es cuestión de entender sino de, por encima de hasta nosotros mismos, amar. 


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana



domingo, 27 de noviembre de 2011

Date tiempo


Es la primera vez que me ocurre en el año que llevo escribiéndote: aunque te parezca mentira, esta semana no he tenido tiempo para sentarme y estar contigo...Y te preguntarás que cómo es posible, que a pesar de todo lo que hay que hacer, "para la ternura siempre hay, ó debería haber, tiempo..." 
Pues esta semana ha sido que no; virus, noches sin dormir, trabajo, preparación de inolvidables acontecimientos me lo han impedido...
Y mientras transcurría la semana tú, como guardián del alma que pide sosiego, te asomabas a mi corazón para preguntarme: ¿y qué hay de ese rato que siempre echas conmigo...? 

Andaba yo en este diálogo contigo cuando uno de los días, por "casualidad", llegó a mis manos una antigua oración irlandesa. Me llegó como si fuera para ti, como regalo imprevisto de Alguien que nos cuida y siempre tiene tiempo para nosotros...
Por eso, con amor y agradecimiento infinito, hoy comparto contigo esa oración que reza sobre el tiempo que, para ti, esta semana no he tenido...


"Date tiempo,
Para trabajar: es el precio del triunfo;
Para pensar: es la fuente del crear;
Para jugar: es el secreto de la eterna juventud;
Para leer: es el fundamento de la sabiduría;
Para ser amigo: es el camino de la felicidad;
Para soñar: es atar a tu vida una estrella;
Para amar y ser amado: es el centro del Evangelio;
Para mirar alrededor: el día es muy corto para ser egoísta;
Para reír: es la música del alma;
Para orar: es la fórmula para encontrar a Dios"  
 
                                                           

Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana 

domingo, 20 de noviembre de 2011

Poseer




"La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le de un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza" 
Caritas in Veritate nº21- Benedicto XVI

No sé si a ti te pasa lo mismo pero yo tengo "problemas" con el poseer....Soy consciente de que tengo más de lo que necesito; que lo que se me ha dado está bien ganado pero que hay muchos a mi alrededor que no han corrido mi misma suerte...Y esta constatación, a veces, me inquieta.
No puedo dejarlo todo, como San Francisco de Asís, porque vivimos en un mundo en el que hay que cumplir con obligaciones; porque tengo una hija a la que quiero ofrecer las mejores oportunidades; porque- te soy sincera- me costaría renunciar a ciertas comodidades, por muy básicas que estas sean.

Pero sí puedo, haciendo uso de mis bienes, ayudar a crear riqueza y combatir la pobreza. Me preguntarás que cómo... Ahí van algunos pequeños remedios que intento ejercer para hacer amable y útil el poseer:

Procuro pensar en el bien común y no olvidar las palabras de quién nos amó hasta el extremo: "al que te pide la túnica, dale también el manto; al que quiera recorrer contigo una milla, acompáñale dos..." Porque, como dijo Pedro Poveda: "No hace falta ser rico para dar...basta ser bueno"

Me gusta cultivar el sentido de la gratuidad. Gratuidad entendida como riesgo, como  alegría de dar gusto a los otros, como quijotismo, como generosidad de un corazón que desea ser, ante todo, magnánimo.

Soy consciente de que no solo lo material ayuda: los apóstoles, en el Capítulo 3 de los Hechos, nos cuentan como Pedro y Juan devolvieron al cojo de nacimiento, que se apostaba en la puerta del templo, la mayor riqueza: la capacidad de andar: "No tengo oro ni plata- le contestó Pedro cuando el cojo les pidió limosna- pero le miraron, le dieron la mano y a continuación se levantó y se le fortalecieron los pies y los tobillos"

He aprendido, con los años, a no ansiar nada, a vivir una vida- dentro de lo cómoda que nos la hemos creado- austera, para poder disfrutar de aquello que no se compra con dinero y que se reparte igualmente entre todos cada día.

En última instancia, reconozco humildemente que nada poseemos y que siempre somos poseídos por aquello que creemos poseer.

Si gratis se nos dio... ¡gratis hemos de repartirlo!


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana

martes, 8 de noviembre de 2011

La Pietá





La imagen que encabeza la entrada de hoy es La Pietá de Miguel Ángel. Representa a la Virgen con el cuerpo muerto de su Hijo en su regazo. Expresa el sobrecogimiento con una finura infinita. Miguel Ángel esculpe, con la belleza más absoluta, algo tan dramático y cruel como una madre sosteniendo el cuerpo inerte de su hijo; transmitiéndonos, paradójicamente, una sensación de tranquilidad, de armonía, de paz...

Y tú te preguntarás que por qué empiezo la entrada de hoy contemplando esta obra... Esta semana, hablando sobre qué hacer ante la crisis que estamos atravesando, me contaban una reflexión que quiero compartir contigo. Fernando, un amigo, decía lo siguiente: "Cuando vemos un bloque de mármol, la mayoría de nosotros vemos algo duro, pesado, frío... Pues bien, ante ese bloque de mármol, Miguel Ángel vio la Piedad"

Me pareció hermosa la metáfora de nuestro amigo y me llevó a pensar en nuestra actitud ante esta crisis global que nos está tocando vivir y también ante tantas crisis personales ó grupales como las que podemos atravesar en la vida. 

Estoy convencida de que ésta y tantas otras crisis que vivimos son bloques de mármol que se nos dan para que los cincelemos; que nos exigen no quedarnos paralizados ante ellos sino sacar lo más noble de nosotros mismos para darlos forma: con esfuerzo, con sabiduría, con pasión, sin miedo, con esperanza; sabiendo- aunque parezca increíble- que en ese bloque de piedra está escondido, a la espera de ser desvelado, el germen de tiempos mejores... 

Miguel Ángel firmó la Pietá. Ninguna otra de sus esculturas lleva su firma. Y lo hizo porque dudaban de su autoría- parecía mentira que un muchacho de 24 años hubiera hecho algo tan hermoso-. 
Quizá nosotros también dudemos de nuestras posibilidades: "¿Qué puedo hacer yo ante un problema tan grande como este?" o "Yo no tengo la culpa de esto que ha pasado"... 
Trabajemos nuestra obra y dejemos en ella nuestra firma impresa; hagamos lo poco o mucho que está en nuestras manos porque si dejamos de aportar eso bueno que cada uno podemos, nadie lo hará por nosotros y el mundo quedará huérfano de ese trocito de belleza que cada uno le podemos regalar.




Te quiero mucho. Hasta el domingo




Ana


domingo, 6 de noviembre de 2011

Polvo de estrellas





Esta semana he acompañado a una amiga cuya tía abuela ha muerto de repente. Su "Tatá", como mi amiga y sus hermanas la llamaban, había compartido con ellas toda una  vida; les había entregado su cariño, su tiempo, su existencia...
Y ellas también la han sabido corresponder con amor, con compañía, con inmensa ternura.

Ser testigo de su dolor en el tanatorio me remontó a ese momento de la vida en el que yo perdí a mi abuelo. Fue mi primera muerte y, al recordarla, aún me sigue doliendo...

Por ello y aunque parezca anacrónico, he vuelto a pensar en la importancia de los abuelos.
Hoy no sé si están de moda; probablemente, la mayoría de las veces resulten incómodos, nos den trabajo, no entiendan nada de lo que vivimos y, a nosotros, nos cueste explicárselo. Pero yo, en la medida que me voy haciendo mayor, los veo como esas personas que tras tanto vivir gozan de esa sabiduría que les permite distinguir entre lo que es accesorio y fundamental. Y, en lo fundamental, dan la vida.

Cuando llega el verano, me gusta enviar a mi hija unos días con su abuela. Creo que el encuentro entre los dos extremos de la vida es algo maravilloso. Porque fomenta la complicidad; permite a la sabiduría poner cierto orden en el caos juvenil; devuelve la vida a aquellos que piensan que les faltan las fuerzas;  crea una alianza entre mayores y jóvenes que nos ayuda a todos a hacer lo que tenemos que hacer...Haley lo dijo de otra manera: "Nadie puede hacer por los niños lo que hacen los abuelos: salpican una especie de polvo de estrellas sobre sus vidas"

Hay culturas que lo han entendido muy bien: no han renunciado a la sabiduría de sus mayores. Ellos ocupan un lugar importante en las familias, sus opiniones son escuchadas y valoradas, se les hace caso y respeta...A nosotros, creo que nos toca reaprender esta actitud que sin darnos cuenta hemos perdido...

Queridas Cristina, Paloma y Teresa: se os ha ido Tatá... Tiene que ser así. La naturaleza tiene estas leyes que solo en escasas ocasiones rompe...pero no olvidéis nunca el legado que os ha dejado. Ella, desde el cielo, seguirá siempre salpicando vuestras vidas de polvo de estrellas.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana




domingo, 30 de octubre de 2011

Perder el tiempo



Me ocurre muchas veces; yo diría que cada vez más: hablo con mucha gente y están distraídos: no miran a los ojos, su conversación es rápida e imprecisa, parecen estar pensando en algo diferente a lo que hablamos...
Y si miro a los jóvenes - y menos jóvenes también- les veo constantemente pendientes del móvil;  como si al otro lado de ese aparato hubiera algo que necesitara de su "imprescindible e inmediata" atención, capaz de ausentarlos de su realidad más cercana ...


¿Qué nos pasa? ¿Por qué hemos dejado de perder el tiempo con los otros?¿Por qué, indolora e inconscientemente, hemos perdido calidad en los encuentros personales que mantenemos unos con otros? 


Haciéndome estas preguntas me ha venido a la mente aquel pasaje del Principito de Saint-Exupéry:
"...El principito se fue a ver las rosas otra vez: -No os parecéis en nada a mi rosa, todavía no sois nada -les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era antes mi zorro. No era más que un zorro parecido a otros cien mil. Pero le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Y las rosas se sentían muy molestas.-Sois hermosas, pero estáis vacías -siguió diciéndoles-. No se puede morir por vosotras.                          
Por supuesto, un transeúnte cualquiera creería que mi rosa se parece a vosotras, pero ella sola es más importante que todas vosotras: porque yo la regué. Porque le maté las orugas (excepto dos o tres por lo de las mariposas). Porque la escuché quejarse, o vanagloriarse, o incluso a veces callar. Porque es mi rosa. 
 Y se dirigió otra vez hacia el zorro:-Adiós-dijo.-Adiós -dijo el zorro-. Este es mi secreto. Es muy sencillo: Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito para acordarse.-El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.-El tiempo que perdí con mi rosa... -dijo el principito para acordarse..."      

Y es que es solo eso: estar dispuestos a perder nuestro tiempo con aquel que se cruza en el camino; dejar que, en ese momento, sea lo más importante de nuestra vida; acogerlo como si no hubiera nada más por hacer; mirarlo y recibir su mirada; contemplarlo y suscitar la confianza, la confidencia...
En fin, hacer posible que todos, al menos por un rato, podamos sentirnos únicos e importantes para otros.




Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana

domingo, 23 de octubre de 2011

Diálogos con el silencio



"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
Y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma,
Emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
Y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa de arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio.
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto".

Poema Quince de Pablo Neruda

No sé si será el otoño o quizás acontecimientos recientes pero me gustaba regalarte este poema de Neruda... En él, el poeta habla y calla, un poco como nosotros tantas veces hacemos...

Me dices que estoy callada, que parece que no tengo nada que contarte...y lo insinúas, quizás, con ese miedo que impone la ausencia de los que amamos...Y entonces te cuento que, a veces, necesito el silencio como refugio, como amparo, aunque sin quererlo te lo imponga...; que también a veces, necesito protegerte de mi propio ruido y es ese silencio al que me obligo el que me ayuda a resguardarte...
Supongo que es en este "a veces" cuando acudes al recuerdo, a la añoranza, a la melancolía...

Yo también a veces, sufro y gozo tu silencio. En ocasiones me abriga, me serena, me cura y otras veces me hiere, me hace frágil, me irrita...

Callar, hablar, escuchar, palabras, silencio... 
De una cosa estoy convencida: entre el diálogo y el silencio siempre quedará el lugar para el encuentro, para la comunicación profunda; ahí, te espero...

Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana

domingo, 16 de octubre de 2011

Herminia




La semana pasada te contaba  que tenía una amiga muy enferma en el hospital... Murió hace pocos días y estoy triste...Ha sido un adiós previsible pero inoportuno...La muerte siempre es inoportuna...

Era una amiga mayor con la que no compartía mi "agite cotidiano" sino todo eso que da verdadero sentido al vivir: los valores, los ideales, los sueños, la fe...
Yo, además de quererla, la admiraba y ella sé que me quería-me lo demostró con su fidelidad de años-. 
Yo admiraba su elegancia, su discreción, su buen  hacer, sus prudentes silencios... Ella participaba de mi juventud, de mi esperanza, del futuro...
La conocí en esa época de la vida en la que uno anda un poco "desnortado"; ella, con su siempre oportuna presencia, se convirtió en ese rincón al que uno puede acudir tal y como está, "con lo puesto", porque sabe que va a encontrar amor…
Desde entonces sé que me llevaba en el corazón y, cuando volvíamos a encontrarnos, su sonrisa y su alegría me contaban todo lo que me quería…

Muchos hemos sido los que hemos luchado para que no se nos fuera: lo hemos intentado con las armas de la ciencia, del cariño, de la esperanza, de la oración...Pero, al final, la voluntad de Dios se impone sobre la nuestra y ante eso, no hay nada que hacer...Se conoce que hacía falta en el cielo- allá arriba deben tener, de vez en cuando, sus necesidades-.

Se me ha muerto una amiga y con ella, he muerto yo también un poco...No somos nunca los mismos sin los otros...

Querida Herminia: sé que estás al lado de Dios, disfrutando ya de Su presencia; que estás encantada; que te has marchado de aquí con los deberes bien hechos y que, ahora, lo que te toca es gozar.

Yo, ¡y tantos otros que te querían inmensamente!, te vamos a echar mucho de menos...No dejes nunca de cuidarnos, de acompañarnos, de guiñarnos de vez en cuando el ojo, de sonreírnos...

Bien sé que no vas a dejar de acudir a esa cita en la que te hablaba de las cosas que nos importaban y en la que tú, con tu escucha siempre elocuente, me animabas a seguir... Yo tampoco faltaré.

Te quiero mucho. Hoy no digo “hasta el domingo"; con profundo dolor, no me queda más remedio que decir: hasta siempre...

Ana


domingo, 9 de octubre de 2011

La palabra





Acabo, quizás también como tú, de vivir una semana realmente agotadora: trabajo, mucho trabajo, viajes, aeropuertos, retos laborales, llegar a casa  a horas intempestivas y también, virus de inicio de colegio, amiga ya mayor que se muere en la cama de un hospital, idas y venidas a verla, a estar con ella, a decirle que la voy a echar de menos… ¡Que duro! cuándo la vida no da tregua y tantas cosas se acumulan como si fuera escaso el tiempo que nos queda por vivir…

Y, mientras vivía esto que te cuento, me ha venido a la mente ese pasaje del evangelio en que Jesús se acerca a la casa de Marta y María: cuando llega Jesús a su casa, ambas le reciben con alegría y se preocupan de que Él se sienta a gusto…Y entonces, Marta trabaja incansablemente para que no falte nada mientras que María se sienta a escuchar la palabra de aquel que había llegado a su casa.

Mientras, Marta, al desvivirse para que todo esté bien, se va sintiendo progresivamente invadida por el cansancio, superada por tanto como está haciendo, agobiada por sus tareas…hasta que decide protestar al Señor:
“Señor, ¿no te importa  que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lc 10, 38-42)”
Esta semana me siento un poco como Marta: no protesto, porque en el fondo sé que soy muy afortunada, pero sí que me he sentido afanada y agobiada, sin posibilidad de cuidar de “la palabra”… Porque la palabra que salva, solo nace en un corazón en paz, sosegado, dueño de ese equilibrio que con tanta frecuencia perdemos…

Cuando como Marta nos “vamos cargando”- aunque sea con buenas intenciones- la palabra que sale de nuestro corazón es una palabra agria, vacía, cansada…Y yo, para ti, como decía el poeta:
                                “No quiero el verbo raro
ni la palabra extraña.
Quiero que todas, todas mis palabras
-fáciles siempre a los que aman-,
vayan ungidas con mi alma”
(León Felipe)


Te quiero mucho. Hasta el domingo.

Ana



domingo, 2 de octubre de 2011

Todos tenemos nuestra historia de salvación

Quizás porque me voy haciendo mayor -y la edad empieza a exigir una especie de "recapitulemos"-, se me está concediendo el don de reencontrarme con personas a las que hace tiempo conocí, con quienes compartí mucha vida y cuyas trayectorias, por unos motivos u otros, nos separaron un día... Y en ese encuentro que "misteriosamente" ocurre, nos sentamos y volvemos a retomar aquellas conversaciones que un día quedaron inacabadas con la misma facilidad que si hubiera sido ayer...


Son momentos en los que la vida, amablemente, nos invita a hacer un alto en el camino, descansar, compartir nuestra historia y contemplar...
¡Qué reparador poder, de vez en cuando, hacer memoria; detenernos y charlar sobre lo que nos ha ocurrido hasta ahora; constatar, con serenidad, que casi nada de aquello que habíamos planeado se ha cumplido...pero que aún así nos sentimos colmados! ¿Cuánto de aquello que soñamos se ha hecho realidad? ¿Cuántas cosas que planeamos no han pasado? ¿Cuánto que jamás hubiéramos sospechado hoy llena nuestra vida?

Y así es como aprendemos que la vida no es caprichosa pero sí naturalmente terca: igual que el agua se va abriendo poco a poco camino entre montañas, por senderos insospechados para poder alcanzar el mar, también nuestra vida es así: recorre caminos nunca pensados hasta alcanzar su plenitud...

Nosotros planeamos, y está bien, pero hay Alguien más grande que nosotros que se ocupa de nuestro proyecto..."Mis caminos no son vuestros caminos" pero vuestra historia es una historia de salvación... Hace mucho que vivo con la convicción de que "todo ocurre para el bien de los que Él ama"...
Por eso, me encanta sentarme contigo y comentar como nos va en la vida; compartir la memoria del corazón, sonreírnos y agradecer, tan solo agradecer...

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana








domingo, 25 de septiembre de 2011

Luchar



Me llamaste anoche y estuvimos hablando largo y tendido... Me contabas que estabas triste, que ya no podías más, que todo era una lucha...
Tú hablabas y yo escuchaba... Tú me ibas mostrando las heridas y yo acogía tu dolor... Con afecto, mientras tú hablabas, yo iba recogiendo los cascos rotos de una vida perturbada por la incomprensión...
Luego, te contestaba diciendo algo tan simple como que "la vida es así", que está hecha de encuentros y desencuentros, que no hay nada anormal en lo que sientes, que a todos nos toca pasar por casi lo mismo, pero que tenemos la gran suerte de poder luchar...
Tu escuchabas y llorabas...Seguías acogiendo y te serenabas...Te vaciabas para poder llenarte...
Fuimos, poco a poco, desdramatizando. Acabamos riendo, ¡riéndonos hasta de nosotras mismas!- la verdad es que el sentido del humor es uno de los mejores apósitos para las heridas-. Quedamos en encontrarnos para seguir buscando juntas.

Contar con los otros, expresar, sentirse escuchado, compartir... Ser honesto con uno mismo hasta romperse... Buscar ese pegamento del amor y la comprensión que nos devuelva nuestra forma...Descubrir así que nada humano nos es ajeno, que la solución siempre existe, que lo importante es luchar y que en la lucha, nunca estamos solos- Alguien mucho más grande que nosotros nos cuida siempre-... Desdramatizar, intentar ser ecuánime y esperar a que la vida se serene- porque ella siempre lo hace-.

Me fui a la cama con tu dolor y me desperté en mitad de la noche con el recuerdo de un poema de Bertol Brecht que te regalé entre sueños:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos...
Hay hombres que luchan un año y son mejores...
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos...
Pero hay quienes luchan toda su vida... 
Esos....Esos son los imprescindibles"  B. Brecht


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana








domingo, 18 de septiembre de 2011

El perro es mi amigo

Hoy quiero contarte un suceso real vivido por una amiga mía. Ella me lo relataba con humildad, con conmovedor sobrecogimiento...
Paseaba una tarde con otra amiga cuando se encontró a un mendigo que les pidió le dieran algo para comer; llevaba días sin nada que echarse a la boca y estaba pasando hambre.
Ellas, con esa compasión que distingue a las buenas personas, invitaron al mendigo a que entrara en un bar y pidiera lo que quisiera. Ellas lo pagaban.
El mendigo, cuando fue a pedir, les dijo que también quería algo para su perro...Y mi amiga, que nunca ha tenido perro, reaccionó con sorpresa ante la petición: "¿Para tu perro...? Queremos que comas tu..."
"Lo siento señora- contestó el mendigo-. Si el perro no come, yo tampoco. El perro es mi amigo, ¿sabe?"


Mi amiga, rapidamente reaccionó e hizo lo que el mendigo le solicitaba. Mendigo y perro comieron por primera vez quizá en muchos días.

Y mientras ambos comían sucedió "el milagro": sin que mediaran más palabras, mi amiga y la suya contemplaron cómo la compasión bien entendida acoge al hombre entero con sus circunstancias; entendieron que, al ayudar, quizá no solo tengamos que satisfacer necesidades materiales, sino también intentar atender aquello que no se ve. ¡Que complejo es el ser humano y cuanta generosidad solicita la necesidad!

¡Cuantas horas habrá pasado este mendigo en soledad con su perro! ¡Cuantas cosas le habrá contado! ¡Cuantas esperanzas habrá compartido...!
Y el perro del mendigo...cuantas noches de frío habrá soportado por estar junto a su amo del que no espera una casa confortable ni un plato lleno de comida sino el calor de quien le necesita en las frías noches de Madrid y lo acaricia cuando está dormido.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 11 de septiembre de 2011

Días buenos y días malos

No sé si a ti también te ocurre: hay días en los que me siento feliz, el ser más feliz del universo, capaz de conquistar cielo y tierra... Y hay otros días en los que mi propio cielo adquiere un aspecto plomizo; me envuelve una tristeza insoportable, un malhumor inexplicable, un silencio extraño que me ocupa y que, sin pretenderlo, impongo a mi alrededor... Hoy es uno de esos días: cuesta vivir; la música pierde su atractivo;  la palabra suena hueca; huyo de todo aquello que pueda ponerme en contacto con nadie y me encierro en un silencio aislante pero protector; casi todo ha perdido su sentido mientras las horas pasan lentamente como si su intención fuera prolongar la agonía que vivo...

No sé si la explicación será química, o se deberá a cambios atmosféricos, o quizás a ese ritmo que habita nuestro ser y  que como reloj suizo va marcando tantos vaivenes como a los que la naturaleza nos somete porque, motivo aparente, no existe...Pero me dan miedo estos días; siempre me pillan desprevenida; son inesperados y parece como que amenazaran con instalarse para siempre...


Con los años, sin embargo, he aprendido a aceptarlos; más bien diría a soportarlos... Y lo hago sostenida por una sencilla plegaria: que tras la tempestad vuelva la calma; que gradualmente todo vuelva a ser como era; que los colores recuperen su alegría; que pueda volver a disfrutar de una canción, a buscar el contacto de aquellos a los que quiero, a olvidar rápidamente todo lo sufrido...
En el fondo solo pido, humildemente, que se me devuelva la capacidad de reconocer lo que tantas veces nos pasa inadvertido: el regalo tan grande que es vivir.

Y poco a poco, el cielo parece oírme- "ahí arriba" siempre escuchan- porque, de nuevo sin motivo aparente, mi existencia vuelve a tornarse amable y todo vuelve a ser conocido, familiar...

¿Cómo podrá la vida someternos a cambios tan bruscos? ¿No se dará cuenta de que somos seres vulnerables, frágiles y desmemoriados; que nos da miedo la oscuridad; que sentimos pánico si perdemos la alegría? ¿Será que desea someternos al ejercicio constante que nos lleve al agradecimiento que habitualmente no practicamos? ¿Será que todo tiene un precio y que el de los días buenos hemos de pagarlo con aquellos en que no vemos la luz?

Herman Hesse nos dejó su respuesta en su libro de El Caminante:
"Sé que el mundo es hermoso, que a veces es infinitamente más hermoso para mí que para nadie...Y sé que debo pagarlo con los días en que la vida es insoportable...Lo que jamás deseo, ni siquiera en los momentos peores, es un estado intermedio entre lo bueno y lo malo, un término medio soportable, por así decirlo. No, prefiero una exageración de las curvas; prefiero un tormento todavía peor, y, a cambio, ¡un poco más de brillo para los momentos bienaventurados!"
Que así sea.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 4 de septiembre de 2011

"Las cosas del querer"



Voy a contarte un hecho del que no hace mucho tiempo fui testigo: dos amigas ya mayores, que han compartido mucha vida juntas, disfrutaban casa, comida y buenos momentos con un grupo de personas entre las que me encontraba.
Uno de los días, una de ellas marchó a pasar la jornada con unos familiares que habían llegado de lejos para verla...  Antes, las dos se despidieron por la mañana, deseándose lo mejor para el día y acordando encontrarse de nuevo por la tarde...
Cuando cayó el día, acompañé a la que se había quedado en casa al reencuentro con la otra percibiendo, en el camino, cierta prisa en ella por llegar al lugar acordado.
Íbamos en autobús cuando, a esa distancia en que los ojos vislumbran pero aún no ven, me dijo con alegría: "Ahí está, mírala..." Y yo no miré a la otra, era prácticamente imposible verla, pero me quedé prendada de la mirada de esa a quien yo acompañaba: sus ojos, sin apenas ver, se iban llenando de luz al intuir la presencia del otro; sus piernas, que hasta ese momento habían estado torpes y pesadas, se volvieron ágiles para acortar distancias; su corazón, cansado tras haber trabajado toda una vida, se esforzó en regalar una agilidad e independencia que abreviaran el tiempo hasta el reencuentro...

Fue cuando pensé en la fuerza que posee el amor; cómo se nos concede sin pedirla; de que milagrosa manera se nos da por añadidura; qué tiernamente nos protege, nos conforta, nos pone alas y nos obsequia con el maravilloso mensaje de que todo está bien...
¡Qué bonito es descubrir que, al querer y dar la vida por otros, somos bendecidos por la Gracia que nos devuelve el ciento por uno!

Ellas se encontraron y no sucedió nada "extraordinario", sólo que volvió esa seguridad que únicamente el amor concede... Se agarraron del brazo como diciendo: "ahora sí: ¡adelante con la vida cotidiana!"
Marcharon delante de mí...Y las oí lamentarse de lo poco que ven, o de que no podían andar deprisa...pero lo hacían con esa sonrisa que el alma esboza cuando podemos estar junto a quien nos quiere...

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



sábado, 27 de agosto de 2011

Cuando pedimos que cambien los otros


En las Iglesias orientales se cuenta el relato de tres peregrinos que, yendo de camino a Tierra Santa, se perdieron del resto de la caravana en la que viajaban. Al ir a mirar en el morral los víveres que llevaban descubrieron que entre los tres tenían una sola manzana...
Cada uno de ellos rezó así:
el primero pidió a Dios que transformara esa manzana en mil de manera que los tres pudieran tener comida suficiente para todo el viaje;
el segundo pidió a Dios que hiciera de esa manzana una muy grande, muy grande...tan grande que pudieran alimentarles durante mucho tiempo;
y el tercero rezó así: "Señor de la vida, haznos pequeños para que esta manzana que nos has dado de tu bondad pueda servirnos de alimento en nuestro camino"


Cuantas veces, con buenísimas intenciones, deseamos que cambien "esas manzanas" con las que hacemos el camino de la vida; cuantas veces, en momentos de falta de entendimiento y dificultad, pedimos y esperamos que sea el otro quien modifique su manera de ser; con cuanta frecuencia olvidamos que las relaciones son, como mínimo, cosa de dos; con cuanta facilidad pensamos que la solución del problema está en la transformación del otro...
Y a pesar de todos nuestros deseos y súplicas, el otro sigue siendo quién es...

Volviendo al relato oriental que encabeza la página: ¿no será que nuestra súplica habrá de parecerse a la del tercer peregrino? 
Quizás sea éste el reto: dejar de ansiar tanto el cambio del otro para aceptarlo, valorarlo, y respetarlo tal cual es; permitir que sea tal como ha sido pensado y ayudar a que lo sea en plenitud; atrevernos a reconocer que la aceptación e integración de las diferencias nos hace a todos un poco mas grandes; gozarnos en la complementariedad; ser decididamente universales; querer al otro tal y como se nos ha dado y dar gracias porque a nosotros se nos quiere tal como somos...
Y más difícil todavía: meditar qué hemos de cambiar en nosotros; pedir, no por la metamorfosis de los demás, sino porque esa conversión que tanto necesitamos se produzca en nosotros mismos.

Que seamos el peregrino que reza:
Señor de la vida, hazme pequeño para poder llegar a ser como Tú quieres que sea, y serlo con los demás, para los demás y hacia los demás


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 21 de agosto de 2011

Nunc dimittis





Gerbrand van den Eeckhout-Simeon en el Templo
"Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz;
porque mis ojos
han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos,
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel" 
Lc 2:29-32



La oración con la que hoy empiezo esta página es el "Nunc Dimittis". 
Es el cántico del anciano Simeón, aquel devoto judío a quién el Espíritu Santo le había prometido que no moriría hasta haber visto al Salvador. Cuando la Virgen María y San José llevan al Niño Jesús al Templo, en Jerusalén, para realizar la ceremonia de consagración, Simeón estaba allí- tras haber esperado toda una vida- y toma a Jesús en sus brazos y recita su canto de gratitud y esperanza.

Es una oración bella, entrañable, alentadora...
Desde el siglo V se ha recitado en la plegaria nocturna como parte del oficio monástico de las horas. Y yo, que no soy monje, hace años que la he incorporado en mi rutina cotidiana...La rezo cada noche, antes de dormir, cuando todo ha quedado en silencio y no queda nada más por hacer...Y la rezo como lo hizo el anciano Simeón: con la alegría de un cántico, con la certeza de una promesa cumplida, con la paz de descubrir que todo tiene su sentido...
Al rezarla, repaso esos acontecimientos del día en los que, de alguna manera, he visto a Dios...Tiene algo que ver con la necesidad de admirar lo que me rodea y a quienes me rodean; de descubrir en ellos lo bueno, lo que me hace sentir mejor para sencillamente, reconciliarme con un mundo que tantas veces me parece injusto y gris... Está inevitablemente unida a la necesidad de esperanza. Me infunde una paz profunda que me conduce al sueño. Expresa el deseo de partir de este mundo habiendo disfrutado de él; de llevarme la experiencia que refleja el cuadro que hoy acompaña esta página: rodeado por todos- eruditos, sencillos, ancianos, jóvenes...- haber tenido el privilegio de tener en mis brazos lo mejor de la vida, eso que la ha llenado de luz y que me permite decir, con palabras de Neruda,  algo así como "confieso que he vivido".

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



domingo, 14 de agosto de 2011

Uncle Gerry



Te voy a contar, con alegría, un acontecimiento triste. "Uncle Gerry", el tio de Tommy, mi marido, acaba de morir.
Que la entrada de hoy sirva como pequeño homenaje a quien nos acaba de dejar y tantos queríamos.

Uncle Gerry era unos de esos hombres que llamamos personajes, tipos ilustres en el teatro de la vida. Vivió su existencia, como diría Sinatra, a su manera; y la vivió plena, apasionadamente, yo diría que "a lo grande". 
Hijo de una familia numerosa y muy humilde logró salir adelante con trabajo constante e ilusión por nuevos e inauditos proyectos. Fue aristócrata de los humildes: viajó cuando no lo podía hacer nadie a su alrededor, las fronteras de Escocia se le quedaron pequeñas; condujo cuando el resto de sus familiares y amigos no sabían lo que era un coche; le encantaban los buenos puros cuando no había dinero ni para fumar. Trabajó- hizo de casi todo-, ganó dinero y también lo perdió, se divirtió, amó, cuidó de su familia...Adoraba a los jóvenes; con ochenta años se sentía uno de ellos y ellos lo aceptaban como tal. 
Fue emprendedor, guerrero- como buen hijo de William Wallace-, soñador, valiente, generoso con los demás, ameno conversador, hombre piadoso...

También, y como todos, vivió sus propios dramas: ausencias, enfermedades, conflictos personales... A pesar de ello, nunca dejó que las dificultades le estropearan la vida. Siempre había recursos para salir adelante: el canto, la oración, las tertulias interminables, el próximo proyecto, un buen trago...Por cierto, poco antes de morir, pidió a la enfermera un whisky...Y le supo a gloria.

Ahora, al recordarlo y dolernos su ausencia, esbozamos una sonrisa con tantas anécdotas entrañables que nos hablan de un hombre que tuvo pasión por la vida y la supo contagiar. Y ese, "¿te acuerdas cuando Uncle Gerry...?", nos hace y nos hará, no sé cuantas veces más, recordar lo bello que es vivir.

Se nos ha ído un gran personaje pero nos deja alegres; nos ha dado el ejemplo de vivir y morir a gusto. Que bonito es que alguien, incluso al morir, nos invite a vivir.

Gracias mi querido "Uncle Gerry" por habernos enseñado a apreciar el gran regalo que es la vida. Gracias porque, a punto de emprender tu último viaje, regalaste la mejor sonrisa a tu sobrino cuando corrió a verte. Gracias por esos momentos de ternura de niño grande que me ofreciste.
Estoy convencida de que Dios te recibirá con inmensa alegría. Ciertamente, lo que Él te dio en la vida lo supiste disfrutar.
Descansa - aunque bien sé que lo de descansar no es lo tuyo- en paz.


Te quiero mucho. Hasta el domingo.

Ana