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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Navidad





Todos los años, el mes de Diciembre nos ofrece un rato para, entre unos y otros, poner el Belén. Y es una tradición que nos acompaña desde que somos pequeños. No sé si te acuerdas pero, de niños, siempre llegaba ese día en que, con ilusión, sacábamos del trastero las cosas de Navidad y poco a poco íbamos recreando el nacimiento, para nosotros, más hermoso del mundo...
Después, jugábamos con él: adelantábamos cada día un poco a los Reyes, movíamos las ovejas hacia el río, encendíamos y apagábamos las luces del pueblo de Belén, jugábamos con los pastores y el ángel Gabriel siempre se acababa cayendo del techo de aquel humilde pesebre...Y también, cada año, a San José se le rompía una pierna o perdía su bastón; el niño Jesús, de tanto tocarlo...acababa sin cabeza... Y es que, éramos muchos y cada uno tenía su modo de acercarse al portal...

Pasados los años, pedí a mi madre las figuras de ese Belén que habían sobrevivido y que forman parte de mi vida y de la de mis hermanos. Ella las sacó de ese armario en donde se guarda lo más preciado de nuestra historia y se esmeró, una vez más, en repararlas. Me entregó a San José con  ambas piernas y con bastón; el niño Jesús, en brazos de su madre, me lo dio con una especie de bufanda hecha de pegamento de tantos años... No hay ni mula ni buey - solo Dios sabe donde andarán - pero hay calor de haber sido unas figuras cuidadas a través de casi cincuenta años...

Hoy es Navidad y, en la foto que encabeza esta página, te regalo mi Belén... Nos muestra a un Niño que se nos ha dado...Quiero acercarme contigo y contemplar tanto misterio. Tócalo, juega con él, coge al Niño en tus manos- él está acostumbrado al calor de tantos durante tantos años y te necesita...
Como ves, este año, ante el portal, hay un ángel despistado que intenta encontrar su partitura para poder cantar, a otro se le ha ocurrido traer su corazón, y el pajarillo de la derecha porta en su pico amor...
Qué lugar tan hermoso el portal de Belén: porque se nos permite llegar con lo que somos, "con lo puesto", como somos; porque, ante este Niño que nos ha nacido, no se nos pide nada, sólo se nos da...

¡Feliz Navidad!

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana




domingo, 18 de diciembre de 2011

Lleva luz




Tengo una amiga filipina que se llama Lucía. Es profundamente creyente, inquieta por la educación, por la cultura, por los jóvenes y por los pobres. Su deseo más profundo es entregar la vida a los demás y agradecer, siempre agradecer...Ella es cotidianamente feliz.

Ha estado pasando con nosotros unos días- su estancia ha sido uno de esos regalos de Navidad con los que la vida nos sorprende- y en esas tertulias nocturnas, recogidos los cuatro en el sofá, hemos estado hablando de lo humano y también de lo divino... ¿Que tendrá la noche que invita a abrir el alma a los amigos?

Y ha sido entonces cuando la he preguntado de donde le venía esa especial vocación hacia los más pobres de la tierra y ella nos ha contado una historia hermosa que me gustaba compartir contigo: tendría Lucía unos diez años cuando observó las diferencias sociales tan enormes que en un país como el suyo existen: junto a pobres solemnes que viven en casas hechas de cartón veía también a ricos que no saben que hacer con tanto como poseen.

Sus ojos no entendían lo que cotidianamente observaban; su cabeza no encontraba razones que justificaran tanta desigualdad y, como nos contaba, su corazón la llevo a correr inquieta a preguntar a "su mamá"...Hay momentos en la vida en los que las preguntas más importantes solo pueden ser contestadas por las mamás y los papás...
"Mamá... ¿por qué habiendo gente rica, hay tantos pobres...?"
Y como cuenta ella, su madre, con esa sabiduría que solo procede del amor,  no le dio una explicación - probablemente no existan tantas explicaciones a mucho de lo que vivimos- pero sí le ofreció una solución. Solo le dijo: "los pobres te están esperando..." Y desde entonces, Lucía no ha dejado de servirlos.
Fue "su mamá", como dice ella, quien sabiamente supo plantar la semilla... Y fue mi amiga quien no la agostó sino que la hizo crecer.

Estoy orgullosa de mi amiga: hace honor a su nombre: "lleva luz"... Y así nos dejó cuando marchó: con nuestros corazones un poco más encendidos, con la sonrisa en los labios y con la certeza de que hay personas en este mundo que, con las obras, dan testimonio de los que son. Gracias Lucía.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuando rezamos


                  «Salomón recibiendo la inspiración divina» , Museo del Prado


Me gustaba hacerme contigo una pregunta: ¿qué pedimos cuando rezamos? Cuando hablamos con Dios y nos atrevemos a pedirle, ¿le suplicamos por cosas que son esenciales o nuestra oración va a encaminada a que se nos conceda algo que quizás a Sus ojos pudiera ser irrelevante? Te pongo algún ejemplo: cuando rezamos por nuestros hijos, ¿le pedimos a Dios no solo porque aprueben tal examen o porque les vaya bien en la vida ó también porque Él crezca en ellos y ellos le busquen a Él?; cuando le pedimos por nosotros, ¿le decimos que queremos ganar más o tener más prestigio o le pedimos que nos dé aquello que crea que mas necesitamos? En otras palabras, ¿somos consecuentes con nuestros deseos más nobles?

A propósito de esto, permíteme que te regale un pasaje hermosísimo del libro de las Crónicas que nos cuenta lo que el rey Salomón pidió a Dios:

El Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: "Pídeme lo que quieras".
Salomón respondió: "Tú has tratado a tu servidor David, mi padre, con gran fidelidad, porque él caminó en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón; tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono.
Y ahora, Señor, Dios mío, me has hecho reinar a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.
Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.
Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?"
Al Señor le agradó que Salomón le hiciera esta petición, y Dios le dijo: "Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.
Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú entre los reyes, durante toda tu vida.
Y si vas por mis caminos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, también te daré larga vida". 
2 Crónicas 3,5-14

Me gustaría ser como el sabio rey Salomón: hablar con Dios y hablar de amor, pedir por lo más noble de la vida, convencida de que lo demás se nos dará por añadidura.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana



Cuando crecen los hijos

El regreso del hijo pródigo (Rembrandt)

Del Evangelio, siempre me ha gustado la parábola del hijo pródigo y, la conversación contigo el otro día, me invitó a pensar de nuevo en ella...

Así lo hablábamos: no es fácil ver que los hijos, al crecer, hacen opciones de vida que nosotros nunca hubiéramos esperado, que ni siquiera entendemos, que en el fondo creemos que no son las mejores- por lo menos para nosotros-...Ellos se hacen mayores y se comportan como aquel que fue pródigo: nos abandonan buscando nuevas aventuras, ensayan modos de vivir que a nosotros no nos caben en la cabeza, rompen nuestros esquemas y nos percibimos, como padres que siempre hemos estado ahí, fracasados, desconcertados, derrotados...

Así te sentías cuando conversábamos mientras yo te pedía que no te empeñaras en entender sino que, como el padre bueno de nuestra parábola, te apostaras a la puerta de vuestra casa para soñar con su regreso...Y te lo decía con la fuerza que me da la convicción de que, mientras esperamos, permitimos que los hijos hagan su proceso, asimilen su ser y estar en este mundo que les toca vivir- por cierto, muy diferente al nuestro-, se reconcilien con ellos mismos... y entonces decidan volver...

Y cuando lo hagan,  nosotros, que seguiremos sin entender nada, nos conmoveremos al verlos venir de lejos...Entonces sobrarán los discursos o el intento de razonar lo que ellos han vivido, porque solo es  momento de hacer fiesta en el corazón, de acoger, de abrazar, de dar calor y abrigo; porque aquellos que más queremos y por los que hemos dado siempre la vida, han decidido volver; y volver a ese regazo en el que, de alguna manera, saben que nunca serán juzgados sino tratados con la ternura inmensa de aquellos que tuvieron también su tiempo para vivir como quisieron, para ser protagonistas de su propia historia, para ser también incomprendidos, para sentirse pródigos...

Hoy nos toca ser padres y madres misericordiosos; no es cuestión de entender sino de, por encima de hasta nosotros mismos, amar. 


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana