Nos sentamos juntos, en casa, a ver un partido de fútbol. El Real Madrid y el Tottenham jugaban para acceder a las semifinales de la Copa de Europa. Las primeras imágenes mostraban lo que ocurría en el túnel de vestuarios: allí estaban los jugadores acompañados por un grupo de niños; todos perfectamente alineados; los niños, listos para saltar al campo junto a sus ídolos.
En la espera, los pequeños miraban fascinados a los grandes mientras sus caras reflejaban todos los sentimientos que nos regala el ser capaces de admirar a alguien: alegría, desbordamiento, complicidad, incredulidad, deseo, esperanza, futuro, virtud...
Los niños miraban hacia arriba y casi, casi que, ese mirar, les hacía crecer...
Los jugadores parecían no darse cuenta de lo importante que eran para aquellos bajitos que se encontraban a su lado; se hallaban concentrados en su trabajo, en lo que les quedaba por hacer, en la mejor manera de hacerlo para ganar...y esa actitud les hacía aún más altos.
Entonces pensé lo valioso que es, para cualquier ser humano, poseer y cultivar la capacidad de admirar...
Cuando somos niños, cuando somos jóvenes, nuestra admiración es posible que se centre en una persona o en un equipo o en un grupo; cuando crecemos y nos hacemos mayores, la admiración por alguien o por algo concreto queda complementada por la capacidad de descubrir en todo y en todos los que nos rodean eso que es admirable.
Y me preguntarás que por qué esto de admirar es tan vital: creo que es porque nos permite levantar nuestra mirada hacia lo excelso y así, a pesar de que hayamos alcanzado nuestra altura, seguir creciendo.
Ese levantar la mirada es la invitación más importante que nos pueden hacer: porque nos eleva sobre nuestra rutina cotidiana; porque nos hace descubrir la belleza del mundo que habitamos; porque miramos al cielo en vez de al suelo; porque nos llenamos de luz...
Simone de Beauvior supo decirlo mucho mejor que yo:
"Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a quien admirar."
Que nunca dejemos de mirar con buenos ojos a los otros; que la capacidad de admirar nos acompañe siempre.
Te quiero mucho. Hasta el domingo
Ana