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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 26 de junio de 2011

Los sacramentos de la vida

Empiezo esta página animándote a disfrutar de un pequeño libro de Leonardo Boff que leí hace mucho tiempo y me quedó grabado en el corazón:  "Los sacramentos de la vida". 
Habla del valor que tienen algunos objetos pequeños que, sin darnos cuenta, están ahí, junto a nosotros, haciéndonos compañía. Ellos, un día, sin pedirnos permiso, decidieron quedarse con nosotros para siempre. 

Uno de esos objetos que yo guardo es el exprimidor que usaba mi padre. Es un exprimidor de plástico, manual, nada sofisticado pero, con él, mi padre exprimía sus naranjas todas las mañanas. Le recuerdo, una mañana tras otra, en medio del ajetreo que conlleva el despertar de una familia muy numerosa, buscar las naranjas, cortarlas lentamente, exprimirlas pensativo y beberse con placer ese zumo que le preparaba para afrontar lo que tocara ese día...Era "su momento" y no importaba nada lo que pasara a su alrededor, luego habría tiempo para ocuparse de ello. 


Su exprimidor- mi sacramento


Así nos consiguió contagiar la fidelidad a su zumo y a otras muchas cosas, la búsqueda de una soledad casi imposible, la capacidad de disfrutar de los pequeños regalos de cada día...

Cuando mi padre murió le pedí a mi madre que me diera el exprimidor sin sospechar el valor que dicho objeto iba a tener para mí.  Lo conservo y lo utilizo y, cuando lo hago, me viene a la memoria y al corazón la imagen de mi padre, su bondad, su cariño, su fe...
Ahora, cuando vuelvo a exprimir naranjas con "la herencia" de mi padre, todo él, su sonrisa, sus gestos, su mano firme y tierna sobre mi hombro vuelven a ocupar mi vida y se me concede una fuerza especial, una alegría y una paz que solo puede proceder de la comunión de los santos en la que tanto creo...

Objetos sencillos que han quedado en un cajón o entre papeles, exprimidores, cartas, plumas, pipas, una canción...los sacramentos de la vida... ¡Qué grande su valor! ¡Qué importante su presencia! 

Serrat también lo dice de otra manera: 
"Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas...que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve" 


Te quiero mucho. Hasta el domingo.


Ana



domingo, 19 de junio de 2011

El éxito

El texto que hoy quiero regalarte lo encontré escrito en la consulta de un médico. Intuyo que él es una de esas personas vocacionadas a ayudar a los demás. Se interesa por lo que les pasa a sus pacientes, es amable, les sonríe, pierde el tiempo con ellos, no tiene prisa, les escucha, les mira a los ojos, intenta sacar lo mejor de ellos, estudia...
Y es en su consulta donde encontré la cita que a continuación te escribo: se llama "El éxito" y, a priori, me chocó encontrarla en la casa de un hombre sabio y humilde. - Siempre he pensado que la fanfarronería y la autocomplacencia son incompatibles con la grandeza-. 
Cuando después la leí con atención comprobé que dicha cita se encontraba en el lugar donde debía estar: en el corazón de alguien que ha descubierto el verdadero valor de la vida.




"La definición de éxito: Es reír mucho y a menudo; ganarse el respeto de las personas inteligentes y el cariño de los niños, merecer el aprecio de críticos sinceros y mostrarse tolerante con las traiciones de los falsos amigos; saber apreciar la belleza y encontrar lo mejor en el interior de los otros; dar todo de uno mismo; dejar un mundo un poco mejor, bien sea por medio de un hijo sano, de un rincón de un jardín o de una condición social redimida; haber jugado y reído con entusiasmo, y cantado con alegría; saber que como mínimo alguien ha respirado más fácilmente porque tú has vivido. Eso es tener éxito, eso es haber triunfado"
Ralph Waldo Emerson (Escritor, filósofo y poeta estadounidense)


Gracias amigo Pedro por tu éxito: el de dar tanto valor a tantas cosas de la vida, precisamente las que nos importan a los que vamos a ti pidiéndote ayuda.


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana

domingo, 12 de junio de 2011

Admiración

Nos sentamos juntos, en casa, a ver un partido de fútbol. El Real Madrid y el Tottenham jugaban para acceder a las semifinales de la Copa de Europa. Las primeras imágenes mostraban lo que ocurría en el túnel de vestuarios: allí estaban los jugadores acompañados por un grupo de niños; todos perfectamente alineados; los niños, listos para saltar al campo junto a sus ídolos.
En la espera, los pequeños miraban fascinados a los grandes mientras sus caras reflejaban todos los sentimientos que nos regala el ser capaces de admirar a alguien: alegría, desbordamiento, complicidad, incredulidad, deseo, esperanza, futuro, virtud... 


Los niños miraban hacia arriba y casi, casi que, ese mirar, les hacía crecer...
Los jugadores parecían no darse cuenta de lo importante que eran para aquellos bajitos que se encontraban a su lado; se hallaban concentrados en su trabajo, en lo que les quedaba por hacer, en la mejor manera de hacerlo para ganar...y esa actitud les hacía aún más altos.

Entonces pensé lo valioso que es, para cualquier ser humano, poseer y cultivar la capacidad de admirar...
Cuando somos niños, cuando somos jóvenes, nuestra admiración es posible que se centre en una persona o en un equipo o en un grupo; cuando crecemos y nos hacemos mayores, la admiración por alguien o por algo concreto queda complementada por la capacidad de descubrir en todo y en todos los que nos rodean eso que es admirable.
Y me preguntarás que por qué esto de admirar es tan vital: creo que es porque nos permite levantar nuestra mirada hacia lo excelso y así, a pesar de que hayamos alcanzado nuestra altura, seguir creciendo. 
Ese levantar la mirada es la invitación más importante que nos pueden hacer: porque nos eleva sobre nuestra rutina cotidiana; porque nos hace descubrir la belleza del mundo que habitamos; porque miramos al cielo en vez de al suelo; porque nos llenamos de luz...

Simone de Beauvior supo decirlo mucho mejor que yo:
"Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a quien admirar."

Que nunca dejemos de mirar con buenos ojos a los otros; que la capacidad de admirar nos acompañe siempre.

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana


domingo, 5 de junio de 2011

Explicando su Cristo

Cristo de San Juan de la Cruz (Dalí)

El cuadro que acompaña la entrada de hoy es el Cristo que Salvador Dalí pintó en 1951 y que hace años tuve la suerte de contemplar en el Museo San Mungo de Glasgow.

Es un Cristo, para mi, bellísimo; en equilibrio perfecto; su cabeza mira hacia abajo, hacia la bahía de Port Lligat en la que dos pescadores trabajan. 
Es un Cristo insólito, distinto a todos a los que estamos acostumbrados.
Cristo no sufriente, sin corona de espinas, sin llagas, sin heridas, con el corazón intacto.
Cristo en la cruz sin estar clavado a ella.
 Cristo representado de forma sencilla y recia.
               Cristo velando desde el cielo por todos los que nos afanamos en la tierra.                            Cristo sincero, compasivo como siempre, pendiente, total.
Cristo transparente, con voluntad inquebrantable, con lucidez serena.
Cristo en el cielo, fuerte, Señor, por encima de todas las cosas. 
Cristo sobrio, amoroso, redentor.

Cristo, quizá para algunos, retratado de una manera imposible pero cuando a Dalí se le preguntó por qué lo había pintado así pronunció una frase que para mí lo explica todo:

"Mi principal preocupación era pintar a un Cristo bello 
como el mismo Dios al que Él encarna"




Te quiero mucho. Hasta el domingo.

Ana