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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 3 de marzo de 2013

Palabras de despedida




Quisiera compartir hoy contigo las palabras de despedida que envío a un padre... Quizás las compartas, quizás no... De cualquier manera, gracias- una vez más- por permitirme mostrarme como soy y acoger lo que siento: 


Acabas de marchar y lo has hecho de la misma manera que llegaste: con mirada inteligente, sonrisa humilde y los brazos abiertos al mundo...

Te he despedido como te recibí: sin prejuicios, con lúcida ingenuidad, con lágrimas en los ojos, con el corazón de una hija que ama a su padre…Y no me resisto a que te vayas sin ponerte unas letras que expresan un adiós lleno de novedad, de respeto, de gratitud…

Llegaste cuando me adentraba en la madurez de la vida: con la responsabilidad de educar a una hija, la fidelidad a la familia creada y el ejercicio de una profesión. Eran aquellos, años en los que uno, sin querer, dice adiós a la juventud mientras se va imponiendo la adultez… Y de tu mano me encontré peregrinando este tramo de la vida…

Tu mensaje ha sido siempre de confianza y amor. Te ha gustado repetir hasta el final aquello que siempre nos devuelve la alegría: la certeza de que Dios es amor: “Querría que cada uno se sintiera amado por aquel Dios que ha donado a su Hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites”  
Me has dicho que hay esperanza porque todo, también nuestras propias vidas, está en Sus manos…Y nos has invitado a confiarnos “como niños en los brazos de Dios, con la seguridad de que aquellos brazos nos sostienen siempre y son los que nos permiten caminar cada día…”
Nos has urgido a amarnos como hermanos: "Hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro…Dios nos sigue pidiendo que seamos “guardianes” de nuestros hermanos, que nos cuidemos los unos a los otros, que estemos atentos a las necesidades del otro, de hacerles siempre el bien"  
Con la inteligencia que sabe acompañarse de verdadera humildad, me has ayudado a "razonar" mi fe y a aliviar el peso de la razón con la confianza en el misterio...
Tu última petición: “Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración…”  Nos pides que nunca abandonemos un hábito tan hermoso como el de rezar y que en ese rezo nos acordemos de los otros...Sé que, junto a tantos, nos encontraremos siempre y también de formas nuevas, ante el Señor Crucificado…

Nieva en Madrid y el sol luce en Roma. El sol sale a despedirte mientras mi corazón queda helado por la nieve… Te vas pero nos dejas mirando al cielo...  Me sobrecoge el tañer de las campanas de las iglesias de la Ciudad Eterna en la que has decidido quedarte para siempre… Y en un acto melancólico que quiero permitirme- el corazón tiene debilidades que al ser reconocidas abren paso a la esperanza -, he recordado aquella frase del poema de John Donne:  “nunca preguntes por quién doblan las campanas… doblan por ti…”

Hasta siempre Benedicto XVI.



Te quiero mucho. Hasta el mes que viene

Ana