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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 29 de enero de 2012

Una mesa especial




Lo cuenta mi madre con pedagogía y orgullo; y yo, que me voy aproximando a la "edad" de mi madre, quiero dejarlo escrito: para que no se nos olvide a ninguno; para que, sobre todo las generaciones futuras, sepan que donde un día estén lo deben en parte a de dónde proceden. 
Lo escribo también para compartirlo contigo, para contarnos esas viejas historias que tanto han marcado nuestras vidas y que nunca debiéramos olvidar...


El padre de mi madre, mi abuelo y también mi padrino, era un asturiano bueno que nació y creció en una familia de dieciséis hermanos. Tuvo un padre, mi bisabuelo, que por problemas del alcohol - en aquellos tiempos duros quizá se bebiera para olvidar- tuvo que abandonar la casa.
Eran pobres, pobres solemnes...Mi abuelo andaba descalzo todos los días de la semana excepto el domingo -nuestros antepasados siempre respetaron el domingo-; ese día, para ir a misa, calzaba unas alpargatas que volvía a guardar cuando terminaba el día del Señor. ¡Cuánta elegancia y sacrificio para acercarse al templo cada semana; para encontrar en él, quizá, la compasión y consuelo que no encontraban fuera…!


Mi abuelo y sus hermanos picaban piedra en los caminos de Asturias y, en sus ratos de descanso, cogían los libros que les ilustraban y que un día les permitieron abandonar el pico y la pala. Los hombres de la familia, acabaron siendo todos, hijos de la mar...
Supieron ser solidarios: uno solo se casaba e independizaba cuando dejaba al siguiente con los estudios hechos y un trabajo que siguiera manteniendo a los demás...
Las mujeres- sus hermanas- se quedaron en casa, aprendiendo todas esas labores que luego las dieron un oficio y también las permitieron sacar su hogar adelante. Se quedaron junto a mi bisabuela, una mujer santa que con el dolor de sentirse viuda sin serlo, supo sostener a tanta gente que después aportó bondad y buen hacer al mundo que les tocó vivir. 

Ellos, con lo poco que tenían, se sentaban todos los días a comer. Se molestaban en poner la mesa, en reunirse alrededor de ella y supongo que en bendecirla por si se pudiera dar el milagro de multiplicar el poco pan que tenían. Pero esa mesa tenía algo especial: mi bisabuela siempre colocaba en ella un plato de más por si llamaba a la puerta un mendigo con hambre. ¡Bendita aquella mesa que acogía a un pobre en un pobre hogar! Con los años, estoy convencida, el Señor Jesús se sentó muchas veces con ellos.


Ha pasado el tiempo y aquellos comensales no están...Se han ido marchando de este mundo, ojalá que a otro en el que no pasen nunca hambre...Pero han dejado su huella. Todos ellos, con el tiempo y con esfuerzo se convirtieron en personas amantes de sus familias, en profesionales reconocidos, en gente de bien... Y precisamente esto fue lo que nos dejaron: la invitación a "pasar por la vida haciendo el bien"; a no quejarnos nunca; a tener, siempre y sin excusa, nuestra mesa puesta y convertida en altar de la esperanza.


Te quiero mucho. Hasta el domingo.


Ana




domingo, 22 de enero de 2012

Habtsh




Permíteme que hoy te cuente una pequeña anécdota de mi sobrina. Se llama Habtsh y tendría cuatro o cinco años cuando llegó de Etiopía- en aquellos lugares la edad nunca es exacta; y digo yo que si será porque allí la vida no vale nada...-
Vino a España "con lo puesto"; con tristeza infinita en sus ojos y con la sabiduría que se adquiere al sufrir cuando a uno le dejan en un orfanato porque tu madre no puede dar de comer a tantos hijos...

Llegó de la mano de su otra madre-mi hermana-, una mujer cuya generosidad la llevó un día a Etiopía para dar vida y luz a una niña.               
Y llegó a un mundo en el que nos sobran, a veces y a algunos, demasiadas cosas. Recuerdo que ella, al principio, partía las servilletas de papel- esas que están en restaurantes y cafeterías- en dos mitades y la mitad que no usaba la ponía en su bolsillo. Supongo que, "por si acaso", guardaba lo poco que la vida le empezaba a regalar...

Hoy Habtsh tiene, más o menos, ocho años y, sin haber olvidado de donde viene, sabe a dónde va y se sabe acompañada y querida: por su abuela, por su madrina -mi hija- por todos sus tíos y primos, por un primer mundo que está aprendiendo a  acoger a los que son diferentes y sobre todo por mi hermana, su madre.

Pero vamos a la anécdota: un día, Habtsh llegó del colegio entusiasmada por tantas cosas como estaba aprendiendo y le empezó a contar a mi hermana, su "mami": "Mami, ¿sabes que la profe me está enseñando a sumar? ¿Y sabes que de mi amiga estoy aprendiendo los colores? ¿Y que la señora del comedor me ha enseñado a utilizar los cubiertos...? ¿Y que...?"

Mi hermana la escuchaba embelesada y, con sentido del humor, le dijo: "¡Vaya de cosas que estás aprendiendo de los demás! ¡Qué suerte! Aunque parece que de mí no aprendes nada..." Y, entonces, Habtsh se quedó mirando a su madre y, con esa profundidad que nos da el agradecimiento, le contestó: "Mami...tú me has enseñado a sonreír"

Pues es así, como lo cuenta esta gran pequeña: las cosas más importantes de la vida quizá las transmitamos mejor con el corazón que con la razón...
¡Qué importante cuidar el alma para poder siempre dar a luz felicidad!


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana





domingo, 15 de enero de 2012

Un libro




Quizá ya lo sepas pero, este domingo, te cuento con alegría  que he publicado un libro - "Tu mi palabra" - con algunas de las entradas que hemos compartido en este tiempo en el blog.

Darlo a luz no ha sido tarea fácil -la entrada en el mundo de las publicaciones es ardua-; de hecho, me lo he tenido que autofinanciar y ahora, ¡me encuentro en la quimera de distribuirlo! Pues bién, ocupada en esta "misión casi imposible", me acerqué la otra mañana a una librería madrileña para ver si me lo recogían en depósito y el librero me dijo algo que me hizo esbozar una sonrisa amarga: "Pero, ¿como viene con un libro si ya está todo dicho?..."

Y abandoné la librería con su pregunta resonando en mi mente mientras mi corazón se resistía a acogerla... ¿Será verdad que ya está todo dicho...?
Tras un breve espacio de tiempo que concedí a mi conciencia para que se examinara- siempre es consolador confesarnos los porqués íntimos de aquello que hacemos-, volví a reformularme mis motivos para publicar: pensar e invitarte a pensar; compartir, sin miedo, aquellos valores en los que creo; dar voz al hondo lamento humano e impulsar hacia la esperanza...
No busco mas honores que, como decía una amiga, sentarme junto a ti en torno a esa mesa de camilla para cuidar de la palabra y explorar las preguntas más profundas de la vida a través de las experiencias personales; detenerme contigo en lo fundamental; olvidarnos por un rato de todo aquello efímero y banal que tantas veces nos ocupa; devolver su valor a lo que es esencial... Pretendiendo con ello, en la medida que podamos, hacer de este mundo un lugar un poco más amable. 

Así que, señor librero: puede que usted tenga razón y que todo esté dicho ya pero, en esencia y "con la más profunda humildad", yo - como diría León Felipe- "solo quiero ungir las palabras con mi alma" y dar vida a la Palabra.


Cuento contigo para ello.


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana

domingo, 8 de enero de 2012

El regalo de conversar

Santa Cena de Salzillo

Acabamos de terminar las Navidades, ese periodo tan especial del año que solicita de nosotros una cierta agilidad para movilizarnos o para ensanchar nuestra casa, para pensar en los otros y multiplicar el pan.

La mayoría de nosotros diría que no hacemos nada "especial"; quizás, lo más frecuente sea reunirnos en torno a una mesa con aquellos a los que nos unen lazos de sangre- paradójicamente los que menos frecuentamos a diario- y reencontrarnos al permitir que, sin interrupciones, transcurra el tiempo que se nos regala para estar y conversar...
Conversar, practicar el arte de acoger al otro como llega, de mirarlo y dejarnos mirar, de regalarnos mutuamente el tiempo,  de curarnos recíprocamente...
He aprendido que la palabra conversar viene del latín “conversus” que significa “convertirse”. ¡Y qué razón tiene! Porque a medida que vamos conversando, sin querer, nos convertimos en alguien distinto; las palabras de otros, si nos dejamos, nos van transformando... Y, tras la conversación, si lo permitimos, no somos nunca los mismos que antes de haberla iniciado...

Quizá ese sea el regalo mas hermoso que un Recién Nacido nos ofrece  por Navidad: el encontrarnos juntos, contemplándolo y contemplando esas vidas- las nuestras- por las que Él ha venido a este mundo.
Si lo pensamos un poco, Él siempre nos quiso reunidos; de Niño, junto a un portal, convocó desde pastores a reyes; como adulto, disfrutó en torno a la mesa con amigos y multitudes. Se despidió con una última cena y nos pidió que lo siguiéramos haciendo en memoria suya...
Y nosotros, sin darnos cuenta, una vez al año al menos, cumplimos con tan santa tradición... Bendita sea ésta; que la sepamos cuidar y apreciar cada vez que se nos regale.


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana


domingo, 1 de enero de 2012

Feliz Año Nuevo



No sé lo que le pides tú al Año Nuevo; desconozco tus aspiraciones más nobles y profundas, tan solo deseo que se cumplan.
Yo hace muchos años que no pido nada... Siempre recuerdo aquel viejo dicho: "Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea porque se acaba obteniendo..."

Pero, en fin, dando vueltas a esto de un nuevo año, a los deseos y propósitos que hacemos con la ilusión de estrenar etapa en la vida, llegó a mis manos un bellísimo texto del profeta Isaías del que te escribo algunas lineas:

“Ensancha el espacio de tu tienda, despliega sin miedo tus lonas, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas, porque te extenderás a derecha e izquierda: tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas...
Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor, que te quiere”
. Isaías (54, 1-10)

Y es que parece que, en vez de pedir, se nos pidiera el don de confiar, de no tener miedo, de tener fe en que todo va a ir bien, de vivir con la certeza de que Alguien mucho más grande que nosotros nos cuida y sabe lo que necesitamos, de creernos que nunca nos faltará lo básico y, que lo demás, se nos dará por añadidura.
Así que este es mi único deseo que también pido para ti: la confianza del corazón, esa que nos lleva a tener fe en Dios, en los demás y en el devenir de la vida. La confianza profunda, que en lugar de proponernos la huida de nuestras realidades nos invita a permanecer, a arriesgarnos, a volvernos a levantar...Que esa no nos falte nunca porque, como dijo el hermano Roger de Taizé:
"Si la confianza del corazón estuviera al principio de todo...si ella precediera toda acción pequeña o grande...tu irías lejos, muy lejos!

 ¡Feliz 2012!

Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana