Datos personales

Mi foto
"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 27 de mayo de 2012

Acariciar la propia esencia


Siguiendo con el tema de transmitir la espiritualidad en la familia, te lanzo otra pregunta que me acompaña desde que era joven, que otros me ayudaron por aquel tiempo a resolverla pero que vuelve a cuestionarme con insistencia desde que soy madre:“¿Qué importa que unos te llamen Dios y a otros se les llenen simplemente los ojos de lágrimas? Al final, todo lo bueno se parece a Ti” (Cortés)

A veces me pregunto y sin ánimo de claudicar: ¿Nos estamos empeñando demasiado en dirigir espiritualmente o tendríamos que plantearnos más bien un acompañamiento que toca a la persona entera pero que respeta su libertad?  
Antes de hablar a nuestros hijos de creencias y doctrinas concretas, ¿no tendríamos que ayudarles a descubrir su interioridad y a desarrollarla…?
Sé que son preguntas que exigen desprendimiento, generosidad, determinación de quedarnos con lo fundamental…pero estoy convencida de que hemos de favorecer en nuestros hijos este ejercicio de acariciar su propia esencia.
Esto que te propongo no es fácil en un mundo lleno de ruidos, de música estridente y de distracciones electrónicas; sin embargo, creo que sin ratos de silencio y contemplación es más difícil que nuestros hijos se planteen la pregunta profunda del sentido de sus vidas y escuchen la voz de ese Dios que susurra, que no grita y que tantas veces nos ha hablado en el silencio.

Lo acaba de decir Benedicto XVI en la fiesta de San Francisco de Sales:
“Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial”“Abrir la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano”


Te quiero mucho. Hasta el domingo

Ana

3 comentarios:

  1. Ah, sí esos silencios tan poco usuales pero tan importantes. Qué difíciles son de conseguir hoy día. Tal vez ayude a ello cerrar los ojos y ver con el corazón. Yo que lo hago por necesidad, creo que es una buena fórmula.
    Supongo que lo sabes, pero comparto contigo mi ilusión de ver publicado mi primer libro de relatos. Ojalá que aporten luz y ayuden en esos silencios.
    Besitos de buena semana.

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante todo lo que dices. Es verdad que el acompañamiento de la persona es básico y necesario en su formación del tipo que sea, pero como Cristianos creo que deberíamos tener claro que cualquier formación que le demos a nuestros hijos sin que Dios esté presente en ella, de fondo y de forma, se queda coja, vacía,le falta la "chispa de la Vida". Esa "chispa de la vida" que en el futuro tiene que estar presente en cualquier decisión que tomen, con coherencia, y no por ello les estamos faltando a su libertad, todo lo contrario, les estamos formando para que verdaderamente sean libres, porque, estoy convencido, que sólo Jesús nos hace verdaderamente libres, fuera de ataduras y prejuicios.
    También pienso que debemos ayudarles a "descubrir su interioridad", pues ahí, en su interior está Dios y tenemos que ayudarles a que lo encuentren propiciando esos momentos de silencio, tan necesarios y reconfortantes. Recuerdo como espacios privilegiados para ello las Pascuas...entre otros que debemos arrancar en el día a día de esta vida frenética que llevamos. Un beso, Fernando.

    ResponderEliminar
  3. Releo el texto de Ana tras decir adiós a mis alumnos de 2º de bachillerato, con los que he compartido mucho más que horas de clase. Y me pregunto hasta qué punto les he ayudado en estos años, y especialmente en los últimos meses, a descubrirse a sí mismos. Es una pregunta a la que nunca me van a responder, pero tengo fundadas esperanzas de haber conseguido algo. Te lo cuentan en momentos distendidos, veladamente, pero mencionan comentarios que les han hecho mella, conversaciones al hilo de una actividad, charlas relajadas durante una excursión...
    Y debo confesar que intimamente me emociona la cantidad de recuerdos que se llevan en la mochila. Y cuando ya son gestos como el de Momadou, senegalés, con un padre que llegó en patera, y uno de los alumnos más trabajadores y maduros que he tenido nunca, que se acerca, elegantísimo, en la cena de despedida para decirte que ha sido un placer tenernos como profesores, o como Pedro, alumno brillante y simpático como pocos, que me espera a la puerta de clase para confesarme que no tiene ganas de irse del instituto..., te quedas sencillamente sin palabras. Y dices: realmente ha valido la pena. He hecho mucho más que enseñarles inglés, los he acompañado en los primeros pasos de su camino particular y ahora siguen ellos solos. Algunos de ellos han tenido incluso su rato de reflexión al hilo de películas o artículos que hemos comentado en una hora de Alternativa a la Religión, donde como objetivo me planteé sencillamente hacerles pensar, pararse un rato, entre pantalla y pantalla de ordenador, y descubrirse a sí mismos. Sus conclusiones al final de curso sobrepasaron todas mis expectativas. Como podéis ver, sigo enamorada de mi profesión, no lo oculto.
    Siguiente pregunta: ¿estoy consiguiendo lo mismo con mis hijos? Tengo mis dudas, porque la batalla cotidiana erosiona tanto que a veces pierdes la perspectiva(siéntate ya a estudiar, ¿has terminado de recoger tu habitación? por favor, ¿tánto cuesta dejar el baño como estaba antes de ducharte?). Como Fernando, coincido en la necesidad de "invitar a Dios a casa", "sentarlo a la mesa" con nosotros, "darle voz" en las conversaciones y espacios como la Pascua son momentos únicos. Pero al final hay que reconocer que lo único que podemos hacer, una vez que les hemos dado la brújula y el mapa, es ponerlos en manos de Dios cuando empiezan a coger impulso para volar solos. Y eso sí, preparar las tiritas por si hay magulladuras en el aterrizaje.
    Un beso.

    ResponderEliminar