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domingo, 22 de abril de 2012

Palabras y gestos "mágicos"


Esta semana he estado enferma y, en una de esas tardes en las que la fiebre noquea y te empuja al sofá, tuve la ocasión de ver algo curioso en televisión. Dos presentadores jóvenes entrevistaban a una psicóloga y le preguntaban sobre la bondad, la gratitud, ser educados, pensar en los otros... Ella les decía que había que respetar e intentar entender al otro; dar las gracias siempre; que el ser buenos redundaba, lo primero, en un beneficio personal; que había que perdonar y seguir adelante... 


La conversación avanzaba y las caras de estos jóvenes expresaban incredulidad, estupefacción...Era como si su interlocutora les estuviese hablando en una lengua ancestral que ellos no comprendían en absoluto y... yo, no pude evitar el esbozar una sonrisa amarga ...

Pero insistían: "¿Si un camarero nos sirve  hay que darle las gracias por cada gesto de servicio?" "¿Qué hacemos con la envidia, la irascibilidad, el devolver la bofetada que nos acaban de dar...?" "¿Se puede ser bueno sin ser tonto?" 

Ella, la psicóloga, aguantaba el envite como podía...


Fue entonces cuando me acordé del texto que encabeza esta entrada y que lleva una semana recorriendo  facebook. Me sentí orgullosa de pertenecer a esa generación que menciona pero también, a la vez, sentí la urgencia de contagiar esos valores a los más jóvenes. No podemos fosilizar aquellas actitudes que nos han hecho y hacen ser más felices. Yo quiero vivir y enseñar a vivir intentando ser buena, pensando en los demás; quiero rescatar del olvido palabras como el sacrificio, la entrega, la renuncia, el permanecer... Todos son valores que a mí me hicieron feliz cuando no teníamos nada y que me gustaría dejar como herencia cuando vuelva a no tener nada.

Además de vivirlos, hoy, más que nunca, urge la necesidad de inculcarlos y compartirlos. Las generaciones que nos siguen son dignas merecedoras de este maravilloso legado y creo que no debemos omitir la responsabilidad de transmitírselo.

Por ello, como la psicóloga valiente, hemos de apostar por dar y enseñar a dar las gracias, por pedir y enseñar a pedir por favor, por saludar y enseñar a saludar, por ser amables y enseñar a serlo, por sonreír y hacerlo con otros,  por ser y enseñar a ser educados...

Recuerdo que, cuando mi hija era pequeña siempre que solicitaba algo yo le pedía que añadiera la "palabra mágica" (por favor, gracias, hola, te quiero...). Porque eso es lo que son: palabras y gestos que encierran la magia de convertirnos a nosotros y al mundo que habitamos a todo lo que es bueno y amable.


San Pedro Poveda supo decirlo de una manera bellísima: 
 "Con dulzura se educa, con dulzura se enseña, con dulzura se inculca la virtud, con dulzura se arranca la enmienda, con dulzura se evitan muchos pecados, con dulzura se gobierna, con dulzura se hace todo lo bueno.  No hay que hacerse ilusiones, la mansedumbre, la afabilidad, la dulzura son las virtudes que conquistan al mundo"

Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana



1 comentario:

  1. Hola Ana.
    Participo completamente de tu reflexión de esta semana. Aunque a algunos jovenes no les han enseñado estas palabras mágicas, al menos los que nos sentimos orgullosos de usarlas, deberíamos enseñarselas a nuestros hijos.
    Me sorprende que para ellos séa extraño usar la educación para desenvolverse en la vida. Quiza el mundo competitivo, acelerado y digitalizado que les ha tocado vivir, no les dé tiempo para perderse en estas fosilizadas maneras barrocas.
    De cualquier forma, para mi generación, esta manera de educar era básica y fundamental y por ello se lo agradezco a los que así me lo enseñaron.
    Gracias.
    Encarna.

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