No, no te quiero hablar de la película de Almodóvar que hace tanto tiempo me hizo reír; quisiera hablarte y aunque te parezca mentira, sin acritud, de lo que tantas veces es el día a día para una mujer como yo...y supongo que también para una mujer como tú. (Perdona que hoy no me dirija a ti, que eres hombre, aunque sí te menciono porque te quiero y necesito que nos echéis una mano).
Acabo de empezar una nueva jornada: no he dormido bien porque a mi hija le sigue doliendo la espalda; me espera un día de trabajo complicado; María necesita que vuelva a casa lo más pronto posible para ayudarle con la física y química de la que ya ni me acuerdo; mi marido, en un intento de colaborar para que el día vaya bien, no sabe qué va a hacer de cena y me pregunta sobre ello mientras yo pienso que, ¡qué lejos me queda la noche!; antes de salir me llama una amiga para preguntar que qué tal y que a ver cuando cae ese café que nunca tomamos; el del banco me manda un correo pidiendo que le envíe un justificante de no sé qué pago; necesito llamar a mi madre para saber que está bien; la señora que me ayuda en las tareas de casa me mira con lástima y complicidad (ella vive un caos muy semejante al mío) pero no tiene mas remedio que decirme que la nevera está vacía; la perra parece que necesita un baño (creo que voy a pedirle que se duche sola); hay también otro montón de cosas a las que tengo que dedicar un rato...y yo cierro la puerta de casa y marcho pensando: ¡¡¡pero esto...qué es!!!
Como tú, soy mujer, madre, esposa, trabajadora, amiga, ama de casa, hija, hermana y no sé cuantos "títulos" más y bien sabes que no es tarea fácil.
Cuando naces mujer asumes con naturalidad el tener las mismas oportunidades que tus hermanos o tus compañeros. Te preparas con mimo, esfuerzo y vocación para desarrollar una profesión. Para muchas de nosotras, justo en el momento en que las metas profesionales son más atractivas, se cruza en la vida esa persona que resulta ser la que te elige y eliges como compañero de camino... Más tarde, la naturaleza nos despierta el instinto materno y nos regala los hijos. Ellos, al llegar, protagonizan uno de los momentos más sublimes de nuestra vida. Y cuando llegan...se quedan para siempre.
Es en ese momento, sobre todo, cuando una se ve obligada a optar y decidir cuantas cosas puede y debe hacer sabiendo que es una persona con sus límites y que el día solo tiene ¡24 horas!
Entonces, hay mujeres que optan por quedarse en casa para realizar la labor, a mi parecer, más maravillosa del mundo: la de estar siempre ahí, al servicio de los otros, con una presencia tantas veces inadvertida.
Otras mujeres optamos, o la vida y sus circunstancias nos hacen optar, por compaginar el trabajo fuera y dentro de casa.
No puedo olvidarme de aquellas mujeres que, empujadas por una vocación universal de servicio, renuncian a una vida de familia para poder dar, desinteresadamente, lo mejor de ellas mismas al mundo en el que vivimos...
¿Y sabes lo que pasa? ¡Que ninguna de las tres opciones es fácil!
A aquellas que se han quedado en casa las hemos olvidado todos: los de dentro, los de fuera y si me apuras un poco, hasta ellas mismas... ¡Cuántas amigas tengo cuya autoestima está por los suelos porque ni la sociedad, ni incluso a veces los suyos les valoran la entrega, la generosidad, la renuncia que hacen por los demás...!
Las que intentamos compaginar familia con trabajo vivimos una auténtica esquizofrenia.
La exigencia del trabajo es máxima mientras que seguimos sin ser reconocidas en muchos aspectos.
En casa, el hombre intenta echar una mano pero, seamos honestas con nosotras mismas: hombre y mujer son dos seres biológicamente diferentes (no introduzco aquí otras distinciones históricas, sociales, culturales, de tradición...) y creo que estas diferencias justifican más que de sobra algún que otro desencuentro.
Los hijos, a pesar de querer ayudar, siguen acomodados en algunas actitudes confortables a las que les es muy difícil renunciar. ¡Y mira que son buenos y lo intentan!
Y me queda la sociedad que, a pesar de algunos esfuerzos, no ha dado con la fórmula para permitir que las mujeres podamos, confortablemente, llegar a casi todo...
Por último, aquellas mujeres que han renunciado a todo por un amor más universal, a veces son incomprendidas, desconocidas, olvidadas...
Bien cierto es que, cuando miramos atrás en la historia, la mujer ha conseguido con mucha lucha y esfuerzo unos derechos que le han pertenecido desde siempre pero que también, desde siempre, se le han negado por el simple hecho de ser mujer. Yo me alegro de esta conquista y mi profundo agradecimiento a todas esas mujeres que lo han hecho posible. Pero, tras el "logro", mi miedo actual es si no estaremos dándonos demasiado; dándonos y gastándonos, a veces, hasta la extenuación...
La exigencia del trabajo es máxima mientras que seguimos sin ser reconocidas en muchos aspectos.
En casa, el hombre intenta echar una mano pero, seamos honestas con nosotras mismas: hombre y mujer son dos seres biológicamente diferentes (no introduzco aquí otras distinciones históricas, sociales, culturales, de tradición...) y creo que estas diferencias justifican más que de sobra algún que otro desencuentro.
Los hijos, a pesar de querer ayudar, siguen acomodados en algunas actitudes confortables a las que les es muy difícil renunciar. ¡Y mira que son buenos y lo intentan!
Y me queda la sociedad que, a pesar de algunos esfuerzos, no ha dado con la fórmula para permitir que las mujeres podamos, confortablemente, llegar a casi todo...
Necesitamos ayudarnos, y sentirnos ayudadas por los demás, a valorar lo bello que es ser mujer y las posibilidades de acariciar la vida que eso comporta. Este es el gran reto.
Pero mientras todas esas ayudas llegan, mientras todos los cambios que necesitamos se producen, estamos obligadas a sobrevivir y no morir en el intento...
Para ello, yo he tenido que llegar a conclusiones personales y probablemente válidas solo para mí; a pesar de ello quiero compartirlas contigo: porque las prioridades en la vida van cambiando y encima no te piden permiso, lo único que he aprendido a hacer es reconocer, en cada momento, cual es la prioridad más importante y ser consecuente con ello. ¿Que esto implica renuncias? Naturalmente. ¿Que nadie me lo va a reconocer ni a aplaudir? Lo doy por supuesto. Pero hay algo de lo que estoy convencida: la tarea más hermosa en la vida es ser, constantemente, fiel a uno mismo.
Ojalá que cuando llegue el día en que demos nuestra tarea por concluida podamos decir de nosotras mismas:
"Yo soy aquella mujer que escaló la montaña de la vidaremoviendo piedras y plantando flores". (Cora Coralina, poetisa brasileña 1891-1985).
Te quiero mucho. Hasta el domingo
Ana
Uuuufffff!!!! Ana, vaya temita que has tocado. Ya sabes, la cantidad de veces que hemos hablado de esto. Es tan dificil llegar al equilibrio...
ResponderEliminarNo se la solución general y por supuesto tampoco se solucionar la mia o la tuya en particular, ¡Ojala!
Yo sigo insatisfecha con mi situación de ama de casa, estudiante, madre, esposa, hija, hermana...y no se como arreglarlo.
A ratos me siento muy feliz, a ratos muy desconsolada, pero parece que el mundo y la vida funcionan así.
Para agradar a todo el mundo hay que pagar un precio muy alto.
No somos heroínas, luego, no tenemos que ser perfectas. Nadie nos lo pide... sólo nosotras mismas.
No queramos ser la mujer 10.
Encarni.
!Que texto tan verdadero! Me hace reflexionar tus palabras y empatizar con tus sentimientos.
ResponderEliminarRecordenos también, que todo lo que sale de nosotras es autenticamente nuestro, porque lo elegimos.
Cada día nos planteasmos conservar lo bueno e inventar algo nuevo.
Podemos decir, sentir y hacer ....Tenemos los medios para vivir, para acercarnos a los demás, para ser productivos y para darle sentido y orden al mundo de personas y cosas que nos rodean y mediante ello, somos más "nosotras mismas".
Besos para todos...TOÑI
Querida Ana:
ResponderEliminar¿Y si escribes un libro con todas tus reflexiones? Ayudarías a muchas personas que lo necestian. Ese perfil también podrían incluirlo en tu bagaje.
Pienso ahora en una amiga que se quejaba ayer de su vida de madre ¡qué pena no tener su e-mail para enviárselo!
Gracias por escribir tan bien
Besos
Ana: ¿sabes una cosa? que digo sí, a todas tus palabras, las hago mías también. ¿Sabes otra cosa? que luego de leer tu párrafo, me he sorprendido gratamente tener una sensación de alivio y tranquilidad, de compartir estas vivencias y con este lenguaje que las madres entendemos, y esto me da más fuerzas aún y ganas inclusive de seguir allí, al pie del cañón. ¿Y sabes la última cosa? Me has hecho reflexionar sobre esto de concluir la tarea y poder decir al final: yo soy aquella mujer que escaló la montaña de la vida removiendo piedras y plantando flores.
ResponderEliminarFeliz día para vos y todas las madres del blog, y para María cariños y mucho ánimo!!
Silvia
Dear Ana,
ResponderEliminarthank you for yr article. First of all I must tell you that I think you are a great writer! Have you ever thought about writing a book?
I can completely identify with your writing and it seems almost an impossible task that WE have loaded upon our shoulders.
We have learned from our parents, family, school and indirectly the media and society what is expected from us.
When we accept those expectations as ours we can run into big problems with ourselves.
We can not split ourselves into a million pieces to fulfill the daily tasks. So we drive ourselves crazy with all the 'musts' and 'should haves' and thinking for others; I often have acted for others unnecessarily and I am (finally) finding out that I can let go of my many 'musts'.
It is not only necessary to give space to ourself but also to our significant other(s). Life is a learning process!
I came across a very nice short video about 'El sentido de la vida' which I liked very much.
Have a look at it and let me know what you think! You have to copy the link and put it in the Google bar to open it.
http://www.youtube.com/user/BahaiESP#p/c/F8DC93D5C9E771D0/0/G3JpnwJDm9A
Un abrazo enorme,
Petra
Hola, Ana. Yo también coincido en lo acertado de tu punto de vista, será porque las circunstancias similares unen mucho. Y después del análisis, ¿qué?. ¿A qué me lleva ese camino de elecciones contínuas, de malabarismos en torno a un reloj que ya me gustaría que fuese como los de Dalí, flexible, blandito...? Pues fundamentalmente a sentirme una persona satisfecha con la vida que he elegido. Mi trabajo me cuesta, de hecho llevo 44 años en el intento, y no simepre estoy segura de haberlo conseguido.Pero cada vez tengo más claro que a pesar del stress (ese compañero que vive "ni-contigo-ni-sin-tí"), de los malos ratos, del cansancio y el agotamiento..., cuando me voy a la cama doy gracias a Dios por todo lo que llena mi vida. Será tal vez porque me viene de familia (son ya varias generaciones de madres-maestras), y siempre he convivido con ciertas conversaciones en casa; por la admiración que le tengo a mi madre, maestra de malabaristas del reloj; porque descubrí tras la primera baja maternal que a mí "me iba la marcha", y un compañero me decía hace tiempo eso de "Lola, a tí lo que te pasa es que trabajas en casa y descansas en en el Instituto", y por mil razones más que no podría desgranar aquí, pero hasta hoy no me dan ganas de pedir una excedencia. A lo mejor una semanita sin sueldo, para irme a un spa de esos donde te miman, quizás, pero no más. Y aquí ando, con mis tres "indígenas" que me llevan sin resuello,mis exámenes esperando pista, mis inquietudes..., pero feliz porque al fin y al cabo,vivo en un tiempo donde puedo ELEGIR. Y no se nos puede olvidar que no hace tanto, no era tan fácil. Y no podemos olvidar tampoco a tantas y tantas que dejaron ilusiones y esfuerzos en el camino para que hoy pudiéramos escribir esto. Vaya por ellas!
ResponderEliminarUn beso.
Lola Moreno