Permíteme que hoy te cuente una
pequeña anécdota de mi sobrina. Se llama Habtsh y tendría cuatro o cinco años
cuando llegó de Etiopía- en aquellos lugares la edad nunca es exacta; y digo yo
que si será porque allí la vida no vale nada...-
Vino a España "con lo
puesto"; con tristeza infinita en sus ojos y con la sabiduría que se
adquiere al sufrir cuando a uno le dejan en un orfanato porque tu madre no
puede dar de comer a tantos hijos...
Llegó de la mano de su otra
madre-mi hermana-, una mujer cuya generosidad la llevó un día
a Etiopía para dar vida y luz a una niña.
Y llegó a un mundo en el que nos sobran, a veces y a algunos, demasiadas cosas. Recuerdo que ella, al principio, partía las servilletas de papel- esas que están en restaurantes y cafeterías- en dos mitades y la mitad que no usaba la ponía en su bolsillo. Supongo que, "por si acaso", guardaba lo poco que la vida le empezaba a regalar...
Y llegó a un mundo en el que nos sobran, a veces y a algunos, demasiadas cosas. Recuerdo que ella, al principio, partía las servilletas de papel- esas que están en restaurantes y cafeterías- en dos mitades y la mitad que no usaba la ponía en su bolsillo. Supongo que, "por si acaso", guardaba lo poco que la vida le empezaba a regalar...
Hoy Habtsh tiene, más o menos,
ocho años y, sin haber olvidado de donde viene, sabe a dónde va y se sabe
acompañada y querida: por su abuela, por su madrina -mi hija- por todos sus
tíos y primos, por un primer mundo que está aprendiendo a acoger a los
que son diferentes y sobre todo por mi hermana, su madre.
Pero vamos a la anécdota: un
día, Habtsh llegó del colegio entusiasmada por tantas cosas como estaba
aprendiendo y le empezó a contar a mi hermana, su "mami": "Mami,
¿sabes que la profe me está enseñando a sumar? ¿Y sabes que de mi amiga estoy
aprendiendo los colores? ¿Y que la señora del comedor me ha enseñado a utilizar
los cubiertos...? ¿Y que...?"
Mi hermana la escuchaba
embelesada y, con sentido del humor, le dijo: "¡Vaya de cosas que estás
aprendiendo de los demás! ¡Qué suerte! Aunque parece que de mí no aprendes
nada..." Y, entonces, Habtsh se quedó
mirando a su madre y, con esa profundidad que nos da el agradecimiento, le
contestó: "Mami...tú me has enseñado a sonreír"
Pues es así, como lo
cuenta esta gran pequeña: las cosas más importantes de la vida quizá las transmitamos
mejor con el corazón que con la razón...
¡Qué importante cuidar el alma
para poder siempre dar a luz felicidad!
Te quiero mucho. Hasta el
domingo
Ana
Hola, Ana.
ResponderEliminarTu entrada de esta semana destila ternura a raudales, la ternura que sólo regala la vida junto a los niños, la ternura de experimentar en carne (casi) propia que a veces este mundo materialista, tacaño en emociones y gestos de amor hasta el límite, no tiene más remedio que rendirse ante la simplicidad de los ojos infantiles. Evidentemente, para Habtsch lo esencial de su día a día no está en los índices de bolsa ni en la subida del IPC. En nuestro día a día tampoco debiera. Para ella, la VIDA se resume en apreciar lo que podemos aprender de los demás y recoger como un tesoro todos los pequeños gestos de cariño que a veces sin querer vamos esparciendo alrededor. Para todos los que leemos éste blog, es una lección de sabiduría. Tal vez debiéramos aprender a guardar la mitad de esos gestos en el bolsillo, como ella hacía con las servilletas, para sacarlos cuando escasean. Un beso.
Conozco a aftis,es muy sensual y una bellisima persona
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