Datos personales

Mi foto
"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 23 de octubre de 2011

Diálogos con el silencio



"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
Y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma,
Emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
Y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa de arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio.
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto".

Poema Quince de Pablo Neruda

No sé si será el otoño o quizás acontecimientos recientes pero me gustaba regalarte este poema de Neruda... En él, el poeta habla y calla, un poco como nosotros tantas veces hacemos...

Me dices que estoy callada, que parece que no tengo nada que contarte...y lo insinúas, quizás, con ese miedo que impone la ausencia de los que amamos...Y entonces te cuento que, a veces, necesito el silencio como refugio, como amparo, aunque sin quererlo te lo imponga...; que también a veces, necesito protegerte de mi propio ruido y es ese silencio al que me obligo el que me ayuda a resguardarte...
Supongo que es en este "a veces" cuando acudes al recuerdo, a la añoranza, a la melancolía...

Yo también a veces, sufro y gozo tu silencio. En ocasiones me abriga, me serena, me cura y otras veces me hiere, me hace frágil, me irrita...

Callar, hablar, escuchar, palabras, silencio... 
De una cosa estoy convencida: entre el diálogo y el silencio siempre quedará el lugar para el encuentro, para la comunicación profunda; ahí, te espero...

Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana

3 comentarios:

  1. ¿Y verdad que sí? ¿Verdad que entre esos silencios y esas palabras cabrá también un abrazo cálido y profundo?
    Feliz domingo y que el otoño no se adueñe de tu espíritu, estimada ana.
    No he olvidado la frescura de tu risa ni he dejado de imaginar la luz brillante que emanan tus ojos.
    Cuídate y sigo ahí.

    ResponderEliminar
  2. Me ha impresionado este Domingo una frase del final de tu compartir en el blog:
    "Entre el diálogo y el silencio, siempre quedará el lugar para el encuentro, para la comunicación profunda".
    Mi experiencia personal es, que con aquellas personas que mas he querido y quiero a veces sobran las palabras, basta con sentarse a su lado y saborear su cercanía esa "telepatía interior" desde la que te sientes reconfortado y para la que no tienes palabras, pues si intentas decir algo te defrauda la pobreza verbal...
    Es que la comunicación profunda pienso que nace en el interior, es fruto de silencios que nos adentran en esas capas mas interiores que nos dan una dimensión especial, donde saboreas desde ese "centro", lo mejor de la amistad, de la ternura, que recibes y das.
    Gracias por recordar, proponer, compartir estas experiencias que enriquecen la vida mas allá de las palabras. Besos

    ResponderEliminar
  3. ¡Que paradójico me resulta el blog de esta semana! Paradójico porque habla del silencio, de su eloquencia y su poder sanador. ¡Que elocuente la mirada silenciosa y llena de ternura de la madre al ver a su niño dormir! Ni los poetas más dotados han alcanzado jamás este nivel de elocuencia.
    ¡Que poder tranquilizador y casi curativo tenía la mirada sabia y compasiva del médico en la edad dorada y ya lejana en la que los médicos eran todavía médicos y no maquinistas!
    Cuando nuestro pobre y limitado lenguaje no da más de sí y no es capaz de transmitir lo que el poeta Wordsworth llamó ‘sentimientos demasiado profundos para palabras’ recurrimos al silencio.
    A veces tememos el silencio y huimos de ello, llenando nuestras vidas de palabras huecas, conversaciones rutinarias y banales o el ruído sinsentido de la radio o la tele.
    Sin embargo, sin ratos de silencio es difícil que encontremos nuestro propio ser más profundo. El silencio reparador nos permite reconciliarnos con nosotros mismos y eschucar la voz tenue de Dios.

    ResponderEliminar