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"Para Dios, nada es imposible" (Lc. 1,37)

domingo, 9 de octubre de 2011

La palabra





Acabo, quizás también como tú, de vivir una semana realmente agotadora: trabajo, mucho trabajo, viajes, aeropuertos, retos laborales, llegar a casa  a horas intempestivas y también, virus de inicio de colegio, amiga ya mayor que se muere en la cama de un hospital, idas y venidas a verla, a estar con ella, a decirle que la voy a echar de menos… ¡Que duro! cuándo la vida no da tregua y tantas cosas se acumulan como si fuera escaso el tiempo que nos queda por vivir…

Y, mientras vivía esto que te cuento, me ha venido a la mente ese pasaje del evangelio en que Jesús se acerca a la casa de Marta y María: cuando llega Jesús a su casa, ambas le reciben con alegría y se preocupan de que Él se sienta a gusto…Y entonces, Marta trabaja incansablemente para que no falte nada mientras que María se sienta a escuchar la palabra de aquel que había llegado a su casa.

Mientras, Marta, al desvivirse para que todo esté bien, se va sintiendo progresivamente invadida por el cansancio, superada por tanto como está haciendo, agobiada por sus tareas…hasta que decide protestar al Señor:
“Señor, ¿no te importa  que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lc 10, 38-42)”
Esta semana me siento un poco como Marta: no protesto, porque en el fondo sé que soy muy afortunada, pero sí que me he sentido afanada y agobiada, sin posibilidad de cuidar de “la palabra”… Porque la palabra que salva, solo nace en un corazón en paz, sosegado, dueño de ese equilibrio que con tanta frecuencia perdemos…

Cuando como Marta nos “vamos cargando”- aunque sea con buenas intenciones- la palabra que sale de nuestro corazón es una palabra agria, vacía, cansada…Y yo, para ti, como decía el poeta:
                                “No quiero el verbo raro
ni la palabra extraña.
Quiero que todas, todas mis palabras
-fáciles siempre a los que aman-,
vayan ungidas con mi alma”
(León Felipe)


Te quiero mucho. Hasta el domingo.

Ana



2 comentarios:

  1. Maria Jesús García11 de octubre de 2011, 11:05

    Es muy interpelante este pasaje evangélico de Marta y María. Pues andamos muy afanados, sin duda, en muchas cosas.
    Teresa de Jesús parece que lo resolvió, sin duda con bastante esfuerzo, tiempo... y al final supo, según se expresa en su Libro de las Moradas, entender y aunar el servicio a todos y estar con el Señor:
    "Creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor, y tenerle siempre consigo, y no hacerle mal hospedaje..." (cap.IV. 7ª Moradas)
    Parece que hay un camino por el que se puede llegar a vivir esta doble dimensión.
    ¿Seremos capaces de descubrirlo? Algo hay en la canción que cantamosd mientras despedíamos a nuestra entrañable amiga:
    "Quien tiende las manos/quién no pide nada/quién no se retira/quien acoge las cargas... sabe de AMOR. Sabe que Dios es Amor.

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  2. Muchas gracias Ana. Con tus bellos escritos de los domingos eres un motor de reflexion para personas como yo. Un fuerte beso. P.D. Dile al escoces que le eche de menos en el campo. Se tendria que haber venido.

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