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domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuando crecen los hijos

El regreso del hijo pródigo (Rembrandt)

Del Evangelio, siempre me ha gustado la parábola del hijo pródigo y, la conversación contigo el otro día, me invitó a pensar de nuevo en ella...

Así lo hablábamos: no es fácil ver que los hijos, al crecer, hacen opciones de vida que nosotros nunca hubiéramos esperado, que ni siquiera entendemos, que en el fondo creemos que no son las mejores- por lo menos para nosotros-...Ellos se hacen mayores y se comportan como aquel que fue pródigo: nos abandonan buscando nuevas aventuras, ensayan modos de vivir que a nosotros no nos caben en la cabeza, rompen nuestros esquemas y nos percibimos, como padres que siempre hemos estado ahí, fracasados, desconcertados, derrotados...

Así te sentías cuando conversábamos mientras yo te pedía que no te empeñaras en entender sino que, como el padre bueno de nuestra parábola, te apostaras a la puerta de vuestra casa para soñar con su regreso...Y te lo decía con la fuerza que me da la convicción de que, mientras esperamos, permitimos que los hijos hagan su proceso, asimilen su ser y estar en este mundo que les toca vivir- por cierto, muy diferente al nuestro-, se reconcilien con ellos mismos... y entonces decidan volver...

Y cuando lo hagan,  nosotros, que seguiremos sin entender nada, nos conmoveremos al verlos venir de lejos...Entonces sobrarán los discursos o el intento de razonar lo que ellos han vivido, porque solo es  momento de hacer fiesta en el corazón, de acoger, de abrazar, de dar calor y abrigo; porque aquellos que más queremos y por los que hemos dado siempre la vida, han decidido volver; y volver a ese regazo en el que, de alguna manera, saben que nunca serán juzgados sino tratados con la ternura inmensa de aquellos que tuvieron también su tiempo para vivir como quisieron, para ser protagonistas de su propia historia, para ser también incomprendidos, para sentirse pródigos...

Hoy nos toca ser padres y madres misericordiosos; no es cuestión de entender sino de, por encima de hasta nosotros mismos, amar. 


Te quiero mucho. Hasta el domingo


Ana



1 comentario:

  1. Hola de nuevo, Ana.
    La verdad es que, como tantas otras veces, me haces caer en la cuenta de cosas que nos acompañan a diario, sin percibirlo. Hasta que lo he leido en tus palabras, nunca me había parado a pensar en lo difícil que es se "padre/madre de hijo pródigo". Me ha tocado ser hija, y sobre todo, hermana de varios "pródigos" que hacían bastante honor a su título, y poco a poco, tal como señalas hoy, voy entrando en la etapa de "madre de pródigo". Y qué complicado es, y sobre todo qué agotador. Pero todo lo daré por bien empleado si acaban volviendo, tal como también han hecho los otros pródigos que conozco, y a los que ahora, mientras me tomo un café y charlamos, reconozco en los gestos, en la forma de pensar, en tantos detalles tan parecidos a los de aquel padre del que se alejaron hace tantos años. Los miro y pienso "tantas vueltas y todos acabamos volviendo". Hoy, tras leer tus palabras, me veo, me reconozco por vez primera en la figura del padre del "pródigo". Y todo lo daremos por bueno si al final experimentamos la misma alegría del reencuentro. Un beso.

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